Si quieres escribir un buen guion, trabaja su estructura

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Las mentes de muchos guionistas noveles (y algunos profesionales) están repletas de buenas ideas, personajes atractivos, escenas impactantes… pero a veces sucede que sus historias avanzan a trancas y barrancas, sin un movimiento continuo y natural hacia adelante, o que la fuerza emocional del guion cae mucho antes de llegar al final.

Es un problema que encuentro a menudo en los guiones que debo analizar y la solución que propongo a los guionistas es siempre la misma: HAY QUE TRABAJAR LA ESTRUCTURA DEL GUION.

Si quieres conseguir que los espectadores se interesen por la historia que les cuentas y por lo que les sucede a tus personajes vas a tener que cuidar el orden en que narras los hechos de tu argumento. No basta con que tus escenas sean espectaculares, estén llenas de sensibilidad o repletas de acción: debes planificar la estructura en la que las insertas.

Habitualmente, una ficción dramática (drama: historia que se cuenta mediante personajes y sus acciones) se centra en un protagonista. El protagonista es el personaje principal de la historia, aquel con el que el espectador se identifica y al que sigue desde el principio al final de la narración.

A lo largo de la película, el protagonista persigue un objetivo importante para él y para conseguirlo debe realizar determinadas acciones y superar ciertos obstáculos. Puede que al final alcance su objetivo o puede que no, pero hasta el final del guion debe luchar para obtener aquello que desea. Porque sin conflicto y sin lucha no hay drama, no hay ficción dramática. Si tienes un personaje que no lucha por alcanzar un objetivo, puede que tengas un estupendo documental o un gran retrato de personajes pero no tendrás un drama, una ficción dramática.

Las acciones que el protagonista realiza para conseguir su objetivo son las que mantienen la historia en movimiento y la hacen avanzar hacia adelante.

Al final, el protagonista (consiga o no su objetivo) ha sufrido una transformación porque las experiencias vividas a lo largo de la historia le han hecho aprender algo o cambiar su forma de ver la vida. Esto es lo que se llama “el arco del personaje”.

El viejo Aristóteles sigue siendo el rey.

Por muchos siglos que hayan pasado desde que escribió su “Poética” y por más que se haya experimentado en este terreno, lo cierto es que la gran mayoría de las historias que funcionan, que hacen que la gente se sienta cautivada con ellas, siguen utilizando la estructura de tres actos que propuso Aristóteles: planteamiento, nudo y desenlace.

Una ficción dramática se divide en tres bloques llamados habitualmente “actos”. Es cierto que algunos guiones se dividen en dos o en más de tres partes. Pero todos tienen un principio, un desarrollo o nudo y un desenlace. Toda buena estructura de un guion se divide en tres bloques o actos.

¿Qué debe tener cada acto para que la estructura del guion sea eficaz desde el punto de vista dramático?

Acto I (planteamiento):

Se presenta al protagonista, al antagonista (si lo hay) y a los personajes principales. Sucede algo que pone la historia en movimiento. Esto que sucede es lo que llamamos “detonante”.

El protagonista responde a ese detonante realizando determinadas acciones y todo parece ir bien hasta que sucede algo inesperado que hace que la historia cambie bruscamente de dirección. Es lo que se llama el “primer punto de giro” o “primer nudo de la trama”. Aquí acaba el primer acto.

Acto II (nudo):

El protagonista reacciona ante el primer punto de giro planteándose alcanzar determinado objetivo. Para conseguir lo que desea debe vencer los obstáculos que irán apareciendo a lo largo de su camino, y enfrentarse al antagonista.

Al final del segundo acto sucede algo que, de nuevo, cambia bruscamente la historia de dirección. Es lo que llamamos “segundo punto de giro” y habitualmente es algo que hace que parezca que el personaje no tiene ninguna posibilidad de alcanzar su objetivo, que lo sitúa en el momento más desesperado de su trayectoria.

Acto III (desenlace):

Cuando el tercer acto empieza, parece que todo esté en contra del protagonista pero éste encuentra una manera de intentar cambiar su situación desesperada bien porque encuentre otra forma de conseguir lo que desea, bien porque decida jugarse el todo por el todo o porque aparezca una nueva meta.

El protagonista se lanza en esa nueva dirección, se enfrenta al antagonista en el clímax de la historia y consigue su objetivo (a menos que estés escribiendo una tragedia, en cuyo caso el personaje fracasará). Finalmente, el protagonista muestra al espectador la transformación que su personalidad ha sufrido o qué aprendizaje ha realizado a lo largo de sus experiencias durante la narración.

Esta estructura ha servido durante siglos para todo tipo de historias: comedias, tragedias, aventuras, thrillers, terror, westerns, ciencia ficción, etc.

Siempre ha funcionado y siempre funcionará porque, por muy vanguardista que seas, por mucho que quieras jugar con el tiempo, los flash-backs o los flash-forward,  de alguna manera tendrás que empezar a contar tu historia y de alguna forma tendrás que desarrollarla y darle un final. Es decir, tendrás que estructurarla en tres etapas. 

Si tienes un guion escrito y necesita una revisión, puede que quieras un análisis de guion que te ayude a mejorarlo.

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Ejercicio para la creación de personajes

Los personajes son el elemento dramático más importante con que cuenta el guionista para desarrollar su historia. Es, por lo tanto, imprescindible dominar su creación y construcción.

El siguiente ejercicio consiste en crear personajes, darles forma y familiarizarse con ellos. Se puede hacer como “gimnasia” creativa, para mejorar como guionista, pero también es un buen recurso para cuando estás bloqueado.

No es necesario hacerlo de una sentada, se puede realizar en varias etapas, ya que consta de 3 partes bien diferenciadas:

1. Crea y describe seis personajes:

a) Piensa seis nombres de persona (tres femeninos y tres masculinos). No te entretengas mucho en seleccionarlos, quédate con los primeros que te vengan a la cabeza.

b) Imagina cómo son estos personajes y descríbelos en veinticinco palabras (o menos) que definan su carácter. Olvídate de su físico, lo importante es cómo son por dentro, cómo actúan, cómo ven la vida. Por ejemplo:

– Marta: Es ruidosa, habla en voz muy alta y se cree todas las noticias que ve en televisión. Le gusta ser el centro de atención.

– Rubén: Tímido y poco sociable, es un conspiranoico que, aunque de trato amable y educado, detesta su trabajo porque le obliga a tratar con demasiada gente.

Una vez tengas tus seis personajes, pasa a la segunda parte del ejercicio:

2. Escribe un monólogo interior de cada personaje:

Redacta un monólogo interior como los muchos que cada uno de nosotros realiza diariamente mientras camina por la calle, quita el polvo de los muebles o espera en la consulta del médico.

No te demores demasiado en decidir qué tienen que pensar tus personajes, simplemente escribe lo que se te vaya pasando por la cabeza, de forma automática. No importa si, a medida que vas avanzando, surgen contradicciones o incoherencias: se trata de que exteriorices todo lo que se te vaya ocurriendo, que dejes volar tu imaginación y ejercites tu creatividad.

Una vez hayas terminado, lee lo que hayas escrito y elimina lo que no te sirva: quita incoherencias, clichés y todo lo que no te guste o no te parezca correcto. Reduce cada monólogo a un máximo de 250 palabras.

Esta parte del ejercicio te habrá servido para familiarizarte con tus personajes y para espolear tu imaginación.

3. Crea una situación en la que intervengan los seis personajes y desarróllala en una escena.

No se trata de que escribas un cortometraje ni una historia con planteamiento, nudo y desarrollo. Sólo tienes que imaginar una situación en la que tomen parte los seis: Un viaje en autobús, la sala de espera de un dentista, un accidente de automóvil, un banquete de bodas, etc.

Tampoco es necesario que todos tengan la misma importancia ni participen en la misma medida. Unos pueden tener más protagonismo que otros y no es imprescindible que todos interactúen entre sí.

El objetivo de esta parte del ejercicio es que te familiarices con los personajes, que los “veas” moverse y los “oigas” hablar para que luego seas capaz de hacerlos actuar y reaccionar con naturalidad en tu guion.

Como ya he escrito en el inicio, este ejercicio no sólo sirve como práctica para mejorar tu escritura, también puede ser una manera de superar el bloqueo creativo y acabar escribiendo un guion completo.

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¿Por qué nos gustan las historias de monstruos?

Desde hace miles de años el ser humano se ha sentido atraído por las historias que narran el enfrentamiento de un héroe contra un monstruo.

Alien, King Kong o los zombis de nuestros días son la nueva versión de seres monstruosos como el Minotauro, la Medusa o los dragones de los mitos de la antigüedad y las brujas, los gigantes o los ogros de los cuentos tradicionales.

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Habitualmente el monstruo es una amenaza para el héroe y/o para una comunidad:

San Jorge debe luchar contra el dragón porque éste destruirá el reino si no se le entrega una doncella cada cierto tiempo, los zombis deben ser eliminados porque pretenden devorar los cerebros de todo ser humano que se les ponga por delante, la bruja de Hansel y Gretel tiene esclavizada a Gretel y planea comerse a Hansel…

El monstruo puede ser una criatura extraterrestre como en las películas de “Alien”, un animal peligroso como en “Tiburón”, un hombre aparentemente normal pero que esconde un interior monstruoso como en la serie “Hannibal”. También puede ser una multitud como en el caso de los filmes de zombis. Incluso puede ser una extraña enfermedad que amenaza con acabar con toda la humanidad.

Hannibal

A primera vista, las historias de monstruos son muy sencillas:

El protagonista se enfrenta a una criatura pavorosa y aparentemente invencible, pierde todas las batallas, su situación es cada vez peor a medida que avanza la narración y, cuando parece que va a sucumbir ante el terrible enemigo, realiza un esfuerzo sobrehumano que le otorga la victoria sobre el monstruo.

El héroe de estos relatos no es muy elaborado desde el punto de vista psicológico ni experimenta ningún cambio interior o evolución.

Se diría que estas historias son una repetición constante de la misma narración con ligeras variaciones como pueden ser lo pintoresco del aspecto del monstruo o la espectacularidad de sus poderes de destrucción.

Pero la simplicidad de las historias de monstruos es sólo aparente porque son relatos simbólicos, dirigidos a nuestro subconsciente.

Como todos los mitos y cuentos infantiles tradicionales, son narraciones en las que, a través de una historia externa, se relata un itinerario interior de cambio emocional.

Los héroes de estas historias no sufren cambios interiores ni tienen profundidad psicológica porque son arquetípicos y no la necesitan: el monstruo con el que se enfrentan simboliza la carencia, fallo humano o demonio interior que deben superar.

Matar al monstruo es un símbolo de evolución y superación que puede que no comprendamos de manera consciente (ni falta que hace: si lo hiciéramos, la historia dejaría de ser “sanadora” o “eficaz” para nuestra psique) pero que nuestro subconsciente sí que capta y entiende. Por eso nos gustan las historias de monstruos, porque nos ayudan a superar nuestros demonios internos.

Existen cuatro variantes según el tipo de monstruo, su relación con el héroe y/o la forma en que el espectador percibe al primero:

Cuando le tomamos cariño al monstruo

Ejemplo de este tipo de películas son “Frankenstein” o “King Kong”. En ellas el guion empieza de la forma habitual con el monstruo causando estragos en una comunidad, pero a medida que avanza la historia nos vamos dando cuenta de que la criatura que debería asustarnos tiene cualidades buenas y parece más humano que los humanos, empezamos a justificar sus acciones y terminamos poniéndonos de su parte. Acabamos tomándole cariño.

Esta clase de película suele funcionar mal porque, desde el punto de vista de simbolismo subconsciente, si el monstruo no es “malvado” no puede ser el representante de un defecto interior y el espectador, que percibe esto inconscientemente, intenta reconstruir la historia a su manera para darle sentido, acaba percibiendo al héroe como negativo y no se identifica con él.

Huir del monstruo

“El Incidente (The Happening, guion y dirección de M. Night Syamalan) o “El Diablo Sobre Ruedas” (Duel, escrita por Richard Matheson y dirección de Spielberg) son dos muestras de esta variante de historias de monstruos.

En la primera, “El Incidente”, el protagonista se limita a huir, sin luchar, de la extraña enfermedad que hace que la gente se suicide, lo que puede ser lógico en la vida real pero resulta poco efectivo como simbolismo porque nadie supera un fallo interior intentando huir de él.

En el segundo ejemplo, “El Diablo Sobre Ruedas”, el héroe se pasa parte de la película huyendo de un camión que le persigue, pero llega un momento en el que comprende que no puede escapar y decide enfrentarse a su perseguidor con intención de acabar con él.

El mensaje simbólico de la primera sería: “Si huyes de tu demonio interior, puede que acabe desapareciendo”. En el caso de la segunda es: “Si luchas contra tu problema interno, acabarás derrotándolo”. Evidentemente, éste último resulta mucho más inspirador que el primero.

Otra muestra de film con protagonista que huye del monstruo es “El Proyecto de la Bruja de Blair” (“The Blair Witch Project”, escrita por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez) donde un grupo de documentalistas son perseguidos por algo sobrenatural y mortífero a través del bosque hasta que todos acaban muertos. El mensaje simbólico en este caso es: “Si huyes de tus defectos internos, acabarán destruyéndote”.

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Matar al monstruo equivocado

Es lo que le sucede a Sean Penn en “Mystic River” (guion de Brian Helgeland) que cree que su hija ha sido asesinada por un amigo suyo y lo mata. Después descubre que el asesino es otro.

En este caso, el protagonista ha matado al monstruo equivocado y su situación es mucho peor que antes de hacerlo.

El mensaje simbólico es evidente: “Cuidado con luchar contra un fallo interno erróneo porque acabarás con problemas mayores de los que ya tenías”.

El monstruo mata al héroe

Es lo que sucede en “Valkiria” (Valkirye, guion de Chistopher McQuarrie y Nathan Alexander) donde Tom Cruise es un oficial alemán que conspira para asesinar a Adolf Hitler y acabar con el nazismo. El plan fracasa y Tom Cruise es fusilado.

Esta variante no suele gustarle al público porque el mensaje simbólico es desesperanzador: “Hay demonios interiores tan fuertes que, si intentas luchar contra ellos, acabarán derrotándote”.

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Tres puntos de partida para escribir un guion

Después de muchas conversaciones con profesionales y según mi experiencia como profesora y analista de guiones, he llegado a la conclusión de que existen tres puntos de partida diferentes para desarrollar una historia.

Casi siempre depende de las características personales del guionista pero, a veces, son las particularidades del guion que se quiera escribir las que obligan a escoger un punto de partida u otro (no es lo mismo escribir algo porque tienes una idea y te apetece desarrollarla, que hacerlo porque una productora te ha hecho un encargo para determinado sector de público o “aterrizar” en un guion en el que ya ha trabajado otro u otros guionistas que te piden tu colaboración).

Los tres puntos de partida a los que me refiero son los habituales cuando el guionista escribe una historia por impulso propio, no por encargo. Son los siguientes:

1. El argumento.

2. Los personajes.

2. El tema.

El argumento

Según la RAE, argumento es la “sucesión de hechos, episodios, situaciones, etc., de una obra literaria o cinematográfica” (esto es lo que en guion llamamos “trama”).

La RAE también define el argumento como el “resumen del asunto de una obra literaria o cinematográfica, o de cada una de sus partes” (esta acepción define mejor lo que, cuando hablamos de guion, llamamos “argumento” o “sinopsis).

A muchos guionistas se les ocurre su historia a partir del argumento. No es que de pronto se les encienda la bombilla y, como por arte de magia, aparezca en su mente la sinopsis completa de un guion con sus personajes bien definidos, los tres actos desarrollados, etc., más bien les vendrán a la mente escenas sueltas, imágenes, situaciones, que les llevan a elaborar un argumento.

Para estos guionistas lo importante es lo que sucede en la narración y a partir de ello crearán personajes que puedan narrar esa historia mediante sus acciones y diálogos.

Los personajes serán creados pensando en el argumento y estarán a su servicio. Tendrán la edad, el sexo, la profesión y el perfil psicológico necesario para hacer creíble la narración, mantenerla en movimiento y llevarla hasta el clímax final.

Los personajes

Otro tipo de autores son aquellos que primero imaginan determinados personajes y luego deciden que quieren escribir un guion con ellos. Son guionistas que se suelen inspirar en personas que conocen, que ven casualmente en el autobús, por la calle o en cualquier otro lugar y a los que, por ejemplo, una conversación banal entre dos señoras en la panadería puede sugerir una comedia de enredo o una tragedia.

Cuando esta clase de guionistas tiene unos personajes que les gustan, empiezan a imaginar situaciones en las que ubicarlos y conflictos a los que podrían enfrentarlos. Esto les lleva a construir el argumento.

Este tipo de guionistas suelen ser bastante buenos escribiendo los diálogos porque tienen facilidad para ver a sus personajes en acción, no les cuesta esfuerzo imaginarlos hablando. Los conocen a fondo más por instinto que por un trabajo previo de construcción del personaje.

El tema

Volviendo al diccionario de la RAE, una de las acepciones de “tema” es: “Asunto general que en su argumento desarrolla una obra literaria”. Y nos pone un ejemplo: “El tema de esta obra son los celos”.

El guionista que parte del tema para escribir su guion suele estar interesado en reflexionar sobre algo que puede ser:

– Social: El cambio climático, el troskismo, el capitalismo, etc.

– Psicológico o de relaciones humanas: Los celos, la codicia, la rivalidad entre hermanos, el afán de superación de determinado personaje que lucha contra su entorno, etc.

– Filosófico: Defender o atacar determinada ideología, mostrar cierta forma particular de ver o interpretar la realidad que nos rodea o el mundo en el que estamos inmersos, el eterno debate entre el bien y el mal, reflexionar sobre el comportamiento humano en determinadas circunstancias, etc.

En el caso de estos guionistas, habitualmente trabajarán primero el asunto sobre el que desean reflexionar y la conclusión sobre el mismo a la que quieren llegar en su guion. Después buscarán personajes que representen las distintas posturas que puede haber sobre dicho tema y, más tarde, idearán el argumento que les permita desarrollarlo.

Los tres puntos de partida para escribir un guion pueden ser utilizados indistintamente por cualquier guionista. Es decir: que seas muy bueno con los personajes y tengas tendencia a empezar tus historias por ellos no significa que, en un momento dado, no puedas plantearte un tema sobre el que reflexionar y, a partir de ahí, escribir un guion y viceversa.

Lo mismo sucede si habitualmente inicias tus guiones trabajando el argumento: eso no significa que no te pueda venir la inspiración por un personaje o por un tema.

Existe, por último, una cuarta posibilidad: que el guion sea un encargo y tengas que tomar como punto de partida para desarrollarlo las pautas que te hayan dado de antemano sean estas las que sean. Pero eso sería tema para otra entrada…

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No es lo mismo logline que storyline

No hay gran diferencia entre una logline y una storyline, de hecho, a menudo se las confunde porque ambas consisten en resumir en unas pocas líneas el guion. Pero, aunque logline y storyline se parezcan mucho, no son lo mismo.

¿Qué es una logline?

Una logline consiste en una o dos frases que definen la esencia de una historia y hace que quien la lea se interese por ella.

Resulta muy útil para presentar el guion a una productora ya que, cuando está bien redactada, da una idea definida del tipo de historia, género, ambiente y conflicto principal del protagonista.

La logline debe decir:

               – quién es el protagonista.

               – qué acción emprende hacia un objetivo.

               – el arco emocional del personaje.

               – si consigue, o no, su objetivo.

Veamos un ejemplo de la que podría ser la logline de una película clásica, “Casablanca” (ejemplo imaginario porque ni siquiera sé si los guionistas de “Casablanca” utilizaron logline):

Durante la Segunda Guerra Mundial, Rick regenta un café en Casablanca al que acuden refugiados, nazis y colaboracionistas. Rick, en un principio indiferente al conflicto, cambiará su actitud tras conocer a un líder de la resistencia al que ayudará a escapar de los nazis teniendo, para ello, que renunciar a la mujer que ama.

Esta logline tiene sólo 54 palabras pero nos da mucha información. Analicémosla:

“Durante la Segunda Guerra Mundial”: Sitúa el relato en su momento histórico.

“Rick regenta un café en Casablanca al que acuden refugiados, nazis y colaboracionistas”. Nos dice quién es el protagonista, el ambiente y el tipo de personajes que pueblan la historia y el lugar geográfico en el que transcurre.

“Rick, en un principio indiferente al conflicto, cambiará su actitud”. Este es el arco del personaje, que pasará de una actitud de indiferencia ante la guerra a implicarse en ella.

“Tras conocer a un líder de la Resistencia al que ayudará a escapar de los nazis teniendo, para ello, que renunciar a la mujer que ama”. Aquí están sintetizados primer punto de giro, y el segundo y tercer acto. El punto de giro es ese encuentro con el líder de la Resistencia que hace que Rick se cuestione su postura indiferente ante la guerra (segundo acto) para acabar implicándose en la lucha hasta el punto de renunciar al amor de su vida (tercer acto y escena final).

Como se puede apreciar, en la logline apenas se dice nada del segundo acto, pasamos por él de puntillas desde el primer punto de giro: “tras conocer a un líder de la Resistencia” hasta el tercer acto: “al que ayudará a escapar de los nazis”. Esto es así porque damos por descontado que lo que sucederá en este bloque de la historia serán una serie de obstáculos que el protagonista deberá sortear para llegar al final que ya hemos definido.

¿Qué es una storyline?

La storyline es una breve sinopsis del guion, unas pocas líneas en las que decimos quién es el protagonista, el antagonista (si lo hay), el primer punto de giro, el segundo acto, el segundo punto de giro, el tercer acto, insinuamos la escena final (el clímax) y definimos el arco del personaje.

Aunque no es imprescindible, resulta muy práctico dividir la storyline en tres frases (una por cada acto del guion) para ordenar lo que contamos y darle más claridad. Estas tres frases deben incluir:

Frase nº 1 – Quién es el protagonista o protagonistas, el antagonista (si lo hay), dónde sucede la trama y la situación del personaje antes de que la historia se ponga en marcha. Es decir, un resumen del primer acto.

Frase nº 2: Primer punto de giro y segundo acto.

Frase nº 3: Segundo punto de giro, tercer acto e insinuación del clímax.

Veamos ahora la posible storyline de Casablanca en comparación con su logline. Si la logline era:

Durante la Segunda Guerra Mundial, Rick regenta un café en Casablanca al que acuden refugiados, nazis y colaboracionistas. Rick, en un principio indiferente al conflicto, cambiará su actitud tras conocer a un líder de la resistencia al que ayudará a escapar de los nazis teniendo, para ello, que renunciar a la mujer que ama.

La storyline puede ser:

Durante la Segunda Guerra Mundial, Rick regenta un café en Casablanca al que acuden refugiados, nazis y colaboracionistas y él, idealista desengañado, prefiere mantenerse neutral.

Cuando Víctor, un líder de la Resistencia al que persiguen los nazis, y su esposa, Ilsa (la mujer de la que estuvo enamorado Rick tiempo atrás) necesitan la ayuda de Rick, éste debe luchar consigo mismo pues ni desea implicarse en la guerra ni confía en Ilsa, que le defraudó.

Ilsa logra convencer a Rick de que sigue amándole y ambos deciden huir de Casablanca pero, en el último momento, Rick comprenderá que ayudar a Víctor a escapar de los nazis es más importante que su felicidad personal y renuncia a Ilsa para facilitar la salvación de Víctor.

Antes de empezar a escribir nuestro guion, la storyline es imprescindible para asegurarnos de que realmente tenemos una historia que contar y no una idea difusa, algún personaje, un par de escenas… y nada más.

En la storyline, si está bien redactada, tenemos todos los elementos importantes del relato: los personajes principales, la situación en la que se encuentran al principio de la narración, el hecho que hace que se inicie el conflicto y la historia se ponga en marcha, el objetivo del personaje que hace que éste luche en el segundo acto, el momento en que se consigue, o no, el objetivo y en el que se aprecia cómo el personaje ha cambiado a lo largo del guion.

Si tenemos storyline podemos estar seguros de que tenemos guion. Con una buena storyline, podemos sentarnos a escribir nuestro guion tranquilamente porque ya tenemos un final al que dirigirnos y una estructura que dé coherencia y concentración a nuestra historia.

La storyline nos garantiza que no nos quedaremos atascados en la página 10 o 20 de nuestro guion sin saber cómo seguir y nos evita descubrir que no tenemos historia cuando ya llevamos tres semanas escribiendo.

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Cinco puntos que debes tener en cuenta sobre el protagonista de tu guion

Todas las historias tienen un protagonista porque mediante él y sus acciones el autor conduce al espectador/lector/oyente desde el inicio de la narración hasta su desenlace. Ésta es una de las funciones dramáticas del personaje protagonista.

Incluso en las películas corales, donde son varios los personajes principales, existe uno que tiene (aunque sea ligeramente) más protagonismo que los demás.

Podríamos hablar mucho sobre el personaje protagonista pero en esta ocasión me voy a centrar en cinco puntos básicos:

1. Tu protagonista debe ser activo.

Cuando escribes un guion estás contando una historia mediante los personajes y sus acciones.

Para mantener la historia en movimiento y hacer que avance desde el principio hasta el final vas a necesitar que tu personaje actúe, se mueva, reaccione ante las situaciones en las que le colocas, tome decisiones que provoquen consecuencias, interactúe con otros personajes… y eso no lo vas a conseguir con un personaje pasivo.

2. Tu protagonista debe tener un objetivo claro.

No basta con que tu protagonista sea activo; si se pasa toda la película moviéndose de aquí para allá sin que sepamos por qué lo hace, el público se va a aburrir.

Es preciso que le digas cuanto antes al espectador cuál es el objetivo de tu protagonista para que se implique en la película deseando que el personaje obtenga lo que quiere, dudando unas veces de que lo alcance y preguntándose otras cómo lo va a conseguir.

En muchas películas el protagonista tiene dos objetivos claros: uno relacionado con la trama principal (vencer al antagonista o algo similar) y otro respecto a la trama amorosa secundaria (conseguir a la chica o al chico).

3. Tu protagonista no puede avanzar hacia su objetivo tranquilamente.

No basta con que le des un objetivo a tu protagonista para que tu guion sea interesante.

Si el objetivo del personaje es conquistar a la chica que acaban de presentarle y en la primera cita romántica que tienen le propone matrimonio y ella acepta… bueno, puede que lo suyo sea amor a primera vista, un flechazo, muy bonito y tal pero… nadie quiere pasarse dos horas de su vida viendo eso.

Si el objetivo principal del personaje es salvar el planeta de los malvados alienígenas que acaban de invadirla y lo consigue en la página diez de tu guion, la primera vez que se enfrenta a ellos… te acabas de quedar sin película.

Recuerda que sin conflicto no hay drama: El protagonista debe tener claro su objetivo pero antes debe luchar y superar obstáculos para que tu guion sea atractivo para el público. Debes idear dificultades que mantengan al personaje y a la trama en movimiento continuo.

4. ¿Qué acciones llevará a cabo tu protagonista para conseguir su objetivo?

A la vez que planificas los obstáculos que le pones al personaje para hacer más interesante la trama, debes proyectar qué es lo que hará él para superarlos y conseguir su objetivo.

No lo dejes a la inspiración del momento. Prepara las acciones de tu protagonista cuando hagas la escaleta previa a la escritura del guion y ten en cuenta que tu personaje debe llevar a cabo actos que estén de acuerdo con su personalidad: no se enfrentarán de la misma manera a un psicópata una diseñadora de moda que un veterano de la Guerra del Golfo, ni hará lo mismo para vengar la muerte de su hija un médico que un narcotraficante. Sí, ya sé que he puesto ejemplos muy extremos, pero ya me entiendes…

5. ¿Cómo va a evolucionar tu protagonista a lo largo del guion?

Como ya sabes, es lo que se llama el arco del personaje. Se supone que la historia que estás contando es importante para tu protagonista, y los personajes (como las personas reales cuando les ocurre algo que les impacta) evolucionan, cambian su forma de ver la vida, aprenden algo, etc.

Tienes que prever esto desde que empiezas a planificar tu guion:

– ¿Aprenderá algo tu protagonista mientras vive su historia? ¿Qué?

– ¿Cambiará su forma de comportarse ante determinados hechos? ¿De qué manera?

– Para conseguir su objetivo ¿deberá superar algún miedo, alguna carencia? ¿Cómo?

Aunque es posible, en el caso de los protagonistas seriales, que el personaje no evolucione.

Es lo que sucede, por ejemplo, con Indiana Jones: El espectador que ve sus películas lo hace porque le gusta el personaje. Si Indiana Jones cambiara en todas y cada una de sus aventuras, el público podría acabar distanciándose de él y perdiendo el interés por sus peripecias. En casos como este, son los personajes secundarios los que suelen evolucionar.

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Sin Conflicto No Hay Drama

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Desde el punto de vista técnico, cuando hablamos de “drama” no estamos refiriéndonos a un género literario (comedia, tragedia, drama), sino que se considera que “drama” es cualquier historia que se cuente mediante personajes y sus acciones.

No importa que sea una comedia, una historia de aventuras, terror, western, etc. como también es indiferente la forma narrativa que se utilice para contar esa historia: cuento, obra de teatro, película… Incluso un ballet que tenga argumento es un drama puesto que lo narran los bailarines mediante sus acciones.

Por eso la regla básica a la hora de narrar una historia es que sin conflicto no hay drama. ¿Por qué? Muy sencillo: Si para relatar algo sólo contamos con los personajes y sus actos, habrá que hacerlos actuar, y para ello necesitamos proporcionarles un conflicto que los obligue a luchar, a moverse, a realizar acciones.

A esta regla básica hay que añadirle algo más: Sin lucha tampoco hay drama. Porque si tienes unos personajes y les das un conflicto para que actúen, pero los personajes se dedican a lamentarse de su mala suerte y no hacen nada para mejorar su situación, seguirás sin tener un drama. Puede que tengas un interesante documental, un retrato de personajes o de circunstancias pero no tendrás un drama, no tendrás una historia contada mediante acciones.

CLASES DE CONFLICTO

Existen tres clases de conflicto:

Conflicto global: El hombre contra el mundo.

Es el tipo de conflicto que se produce cuando las personas se enfrentan con el mundo que les rodea. Por ejemplo:

– Un ciudadano que se opone a una ley injusta de su gobierno.

– Una secretaria que se enfrenta a la multinacional en la que trabaja.

– Una comunidad que lucha contra sus invasores.

Conflicto local: El conflicto entre personas.

Es el que tiene lugar entre individuos. El que sucede cuando obligas a dos personajes de caracteres muy diferentes a convivir:

– Un hombre obsesionado con el orden comparte piso con otro que padece síndrome de Diógenes.

– Una madre hippie y su hijo ultraconservador.

– Un vecino ruidoso y una profesora de yoga.

Conflicto interno: El individuo contra sí mismo.

Es el conflicto más interesante y el más difícil de llevar a la pantalla porque sucede dentro del personaje y no en el exterior:

– Un soltero juerguista y despreocupado debe superar su individualismo para cuidar a un bebé.

– Un celoso que sabe que perderá a su pareja si coarta la libertad de ésta.

– Un holgazán que debe trabajar duro si quiere mejorar su economía.

A la hora de contar una historia, no es necesario que nos ciñamos a un solo tipo de conflicto, se pueden combinar dos de ellos o incluso los tres. Pero sí debemos tener presente la máxima aristotélica: Sin conflicto no hay drama.

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Un guion es tan bueno como lo es su villano

Aunque, como espectadores, nos identificamos con los protagonistas de las películas y series de televisión que nos gustan, lo cierto es que muchas veces son los villanos, los antagonistas, las auténticas estrellas de las historias de más éxito:

¿Crees que las aventuras de Batman tendrían tantos seguidores si no existiera el Joker?

Han transcurrido más de cien años desde que Bram Stoker escribiera “Drácula” y casi se nos olvida que el célebre vampiro no era el protagonista sino el antagonista de la novela y de casi todas las películas que se han producido sobre él desde entonces.

El impacto que causó la película “El Silencio de los Corderos” se basa en un magnífico villano que ni era protagonista ni antagonista, sino un personaje catalizador que ayudaba a mantener la historia en movimiento y daba información necesaria para que avanzase la acción. Sí, me refiero al inolvidable Hannibal Lecter interpretado por Anthony Hopkins y que eclipsó a la protagonista, Clarice Starling, y al antagonista, el asesino apodado Buffalo Bill.

A la hora de escribir un guion hay que dedicarle tanto o más tiempo y atención al villano que al protagonista, aunque suele ser más divertido crear y desarrollar al malvado que al “chico de la película”. ¿Por qué? Muy sencillo: Mientras el protagonista debe seguir unas normas éticas o morales, el antagonista puede hacer cualquier cosa que desee para conseguir su objetivo y, por lo tanto, el guionista puede ser mucho más creativo con su villano que con su héroe.

Muchas veces el antagonista del guion es todo lo opuesto al protagonista. También puede ser una versión oscura y desequilibrada de la personalidad del héroe.

Si quieres crear un villano inolvidable debes tener en cuenta que no basta con imaginar a alguien muy malvado, además debes individualizarlo, hacerlo único, darle alguna característica que lo humanice y lo aleje del cliché.

Debes tener presente que el villano no se ve a sí mismo como tal, de la misma manera que ninguna persona real -no importa lo malvada que sea- se considera a sí misma una mala persona. Seguramente, Hitler y Stalin tenían una idea más positiva de sí mismos que la que tenemos nosotros.

En el fondo, los villanos representan nuestros temores, nuestros deseos más profundos y oscuros, lo que nos da miedo de nuestro propio interior, de nuestros instintos más primarios…

Se dice que un guion es tan bueno como lo es su villano.

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¿Por qué es más fácil adaptar al cine un relato que una novela?

Los guiones de muchas grandes películas son adaptaciones de relatos. Por ejemplo, el largometraje “A.I.” (Inteligencia Artificial), escrito por Steven Spielberg e Ian Watson, está basado en el cuento “Supertoys Last All Summer Long” de Bryan Aldyss.

También “El Curioso Caso de Benjamin Button”, del guionista Eric Roth, tiene origen en un relato, en este caso escrito por F. Scott Fitzgerald y con el mismo título que la película. “Million Dollar Baby” (guion de Paul Haggis y dirección de Clint Eastwood) es la adaptación de varios relatos del exboxeador F.X. Toole, Pulp Fiction, La Bella y la Bestia… podríamos seguir durante horas.

Pero vayamos a lo que, como guionistas, nos interesa: ¿Es más fácil adaptar al cine un relato que una novela? ¿Por qué?

1. Una de las ventajas que tienen los novelistas sobre los guionistas es que los primeros no tienen un tiempo límite para contar sus historias: una novela puede tener tantas páginas como necesite su autor para narrar lo que desea. El guionista, en cambio, debe ajustarse al tiempo estándar de duración de una película, su guion no puede ser ni demasiado corto ni excesivamente largo.

La mayoría de las novelas suelen ser largas para adaptarlas a los 90-120 minutos que dura una película. En cambio, los relatos, por su brevedad, se pueden contar bien en el tiempo que dura un largometraje.

2. Un relato se centra en pocos personajes y en una trama principal, al igual que sucede en una película, en cambio, en una novela suele haber bastantes subtramas que habrá que eliminar en la adaptación si queremos mantener la historia centrada.

3. También es muy probable que en la novela haya muchos personajes y se tenga que prescindir de algunos para mantener la trama principal centrada y no marear al espectador. Esto no pasa en un relato que ya suele basarse en pocos personajes.

4. La adaptación de un relato permite al guionista ser creativo, ya que es habitual que tenga que hacer crecer la historia y los personajes hasta conseguir un guion que dure unos 100 minutos, mientras que en la novela sucede lo contrario.

5. Las buenas novelas no se limitan a contar hechos y situaciones sino que profundizan en ellos y reflexionan sobre lo que sucede. En cambio, los relatos (como el cine) se centran en las acciones de los personajes, no tienen tiempo para reflexionar y profundizar, su fuerza reside en el conflicto. Por eso, los relatos son, de forma natural, más cinematográficos que las novelas.

6. También son más cinematográficos los relatos porque no pierden el tiempo: enseguida presentan al personaje principal y plantean el conflicto.

¿Significa esto que llevar novelas al cine es un error? Por supuesto que no. Hay grandes películas surgidas de novelas y seguro que ahora mismo se te están pasando unas cuantas por la cabeza. Pero es innegable que resulta mucho más fácil adaptar un relato.

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Better Call Saul: Los problemas de escribir un spinoff

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El guionista Vince Gilligan declaraba en una entrevista para el diario británico The Guardian que el personaje de Saul Goodman (Bob Odenkirk) nació cuando estaba escribiendo el guion de Breaking Bad y el equipo de guionistas pensó que Walter White necesitaba un “consigliere” que fuera para él lo que Tom Hagen era para Michael Corleone en “El Padrino”.

Saul Goodman viste mucho peor que Tom Hagen y la peculiar decoración de su oficina no sería del gusto de la familia Corleone, pero se convirtió en uno de los personajes más divertidos de la serie y esa fue una de las razones que llevaron a Vince Gilligan y Peter Gould a escribir un spinoff de Breaking Bad sobre él: Better Call Saul.

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En Better Call Saul este abogado liante y de moral “relajada” no es todavía Saul Goodman sino Jimmy McGill y está intentando abrirse camino como letrado aunque sus únicos clientes son jubilados que le contratan para que redacte sus testamentos.

Jimmy admira a su hermano mayor, Charles “Chuck” McGill (Michael McKean), un abogado de gran prestigio, y su afán es que su hermano se sienta orgulloso de él. Pero a Chuck le disgusta el poco respeto que Jimmy tiene por la ley y su afición a hacer trampas con tal de ganar un caso. Esto hace que la relación entre ambos hermanos sufra altibajos.

Tampoco ayuda demasiado el hecho de que Chuck tiene un carácter quisquilloso e inflexible y sufre de hipersensibilidad ultramagnética (al menos, eso asegura él) lo que condiciona su vida y la de Jimmy.

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Una de las dificultades de escribir un spinoff (serie creada a partir de otra) es que hay que ser consecuente con lo que se dijo del personaje en la serie original y eso puede traer complicaciones.

Es lo que les pasa a los guionistas Vince Gilligan y Peter Gould que, repasando episodios de Breaking Bad, encontraron una frase que no era más que un chiste sin importancia y que ahora les da problemas: En el episodio 4 de la temporada 3, Saul Goodman decía “Pillé a mi segunda esposa follando con mi padrino”.

Los creadores de Better Call Saul ni siquiera recordaban dicha frase pero ahora se encuentran con que van a tener que casar a su protagonista dos veces, como mínimo, a lo largo de la serie.

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Otro problema es que el personaje de Kim Wexler (Rhea Seehorn), la abogada, amiga y medio novia de Jimmy, se ha hecho cada vez más importante en Better Call Saul pero no estaba en Breaking Bad y tendrá que desaparecer tarde o temprano…

Los guionistas aseguran no saber todavía qué hacer con ella: ¿Harán que a Kim no le guste la transformación de Jimmy en Saul y rompa con él? ¿La mandarán de viaje a Europa? ¿La dejarán en coma? ¿La matarán?