Si quieres escribir un buen guion, trabaja su estructura

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Las mentes de muchos guionistas noveles (y algunos profesionales) están repletas de buenas ideas, personajes atractivos, escenas impactantes… pero a veces sucede que sus historias avanzan a trancas y barrancas, sin un movimiento continuo y natural hacia adelante, o que la fuerza emocional del guion cae mucho antes de llegar al final.

Es un problema que encuentro a menudo en los guiones que debo analizar y la solución que propongo a los guionistas es siempre la misma: HAY QUE TRABAJAR LA ESTRUCTURA DEL GUION.

Si quieres conseguir que los espectadores se interesen por la historia que les cuentas y por lo que les sucede a tus personajes vas a tener que cuidar el orden en que narras los hechos de tu argumento. No basta con que tus escenas sean espectaculares, estén llenas de sensibilidad o repletas de acción: debes planificar la estructura en la que las insertas.

Habitualmente, una ficción dramática (drama: historia que se cuenta mediante personajes y sus acciones) se centra en un protagonista. El protagonista es el personaje principal de la historia, aquel con el que el espectador se identifica y al que sigue desde el principio al final de la narración.

A lo largo de la película, el protagonista persigue un objetivo importante para él y para conseguirlo debe realizar determinadas acciones y superar ciertos obstáculos. Puede que al final alcance su objetivo o puede que no, pero hasta el final del guion debe luchar para obtener aquello que desea. Porque sin conflicto y sin lucha no hay drama, no hay ficción dramática. Si tienes un personaje que no lucha por alcanzar un objetivo, puede que tengas un estupendo documental o un gran retrato de personajes pero no tendrás un drama, una ficción dramática.

Las acciones que el protagonista realiza para conseguir su objetivo son las que mantienen la historia en movimiento y la hacen avanzar hacia adelante.

Al final, el protagonista (consiga o no su objetivo) ha sufrido una transformación porque las experiencias vividas a lo largo de la historia le han hecho aprender algo o cambiar su forma de ver la vida. Esto es lo que se llama “el arco del personaje”.

El viejo Aristóteles sigue siendo el rey.

Por muchos siglos que hayan pasado desde que escribió su “Poética” y por más que se haya experimentado en este terreno, lo cierto es que la gran mayoría de las historias que funcionan, que hacen que la gente se sienta cautivada con ellas, siguen utilizando la estructura de tres actos que propuso Aristóteles: planteamiento, nudo y desenlace.

Una ficción dramática se divide en tres bloques llamados habitualmente “actos”. Es cierto que algunos guiones se dividen en dos o en más de tres partes. Pero todos tienen un principio, un desarrollo o nudo y un desenlace. Toda buena estructura de un guion se divide en tres bloques o actos.

¿Qué debe tener cada acto para que la estructura del guion sea eficaz desde el punto de vista dramático?

Acto I (planteamiento):

Se presenta al protagonista, al antagonista (si lo hay) y a los personajes principales. Sucede algo que pone la historia en movimiento. Esto que sucede es lo que llamamos “detonante”.

El protagonista responde a ese detonante realizando determinadas acciones y todo parece ir bien hasta que sucede algo inesperado que hace que la historia cambie bruscamente de dirección. Es lo que se llama el “primer punto de giro” o “primer nudo de la trama”. Aquí acaba el primer acto.

Acto II (nudo):

El protagonista reacciona ante el primer punto de giro planteándose alcanzar determinado objetivo. Para conseguir lo que desea debe vencer los obstáculos que irán apareciendo a lo largo de su camino, y enfrentarse al antagonista.

Al final del segundo acto sucede algo que, de nuevo, cambia bruscamente la historia de dirección. Es lo que llamamos “segundo punto de giro” y habitualmente es algo que hace que parezca que el personaje no tiene ninguna posibilidad de alcanzar su objetivo, que lo sitúa en el momento más desesperado de su trayectoria.

Acto III (desenlace):

Cuando el tercer acto empieza, parece que todo esté en contra del protagonista pero éste encuentra una manera de intentar cambiar su situación desesperada bien porque encuentre otra forma de conseguir lo que desea, bien porque decida jugarse el todo por el todo o porque aparezca una nueva meta.

El protagonista se lanza en esa nueva dirección, se enfrenta al antagonista en el clímax de la historia y consigue su objetivo (a menos que estés escribiendo una tragedia, en cuyo caso el personaje fracasará). Finalmente, el protagonista muestra al espectador la transformación que su personalidad ha sufrido o qué aprendizaje ha realizado a lo largo de sus experiencias durante la narración.

Esta estructura ha servido durante siglos para todo tipo de historias: comedias, tragedias, aventuras, thrillers, terror, westerns, ciencia ficción, etc.

Siempre ha funcionado y siempre funcionará porque, por muy vanguardista que seas, por mucho que quieras jugar con el tiempo, los flash-backs o los flash-forward,  de alguna manera tendrás que empezar a contar tu historia y de alguna forma tendrás que desarrollarla y darle un final. Es decir, tendrás que estructurarla en tres etapas. 

Si tienes un guion escrito y necesita una revisión, puede que quieras un análisis de guion que te ayude a mejorarlo.

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Ejercicio para la creación de personajes

Los personajes son el elemento dramático más importante con que cuenta el guionista para desarrollar su historia. Es, por lo tanto, imprescindible dominar su creación y construcción.

El siguiente ejercicio consiste en crear personajes, darles forma y familiarizarse con ellos. Se puede hacer como “gimnasia” creativa, para mejorar como guionista, pero también es un buen recurso para cuando estás bloqueado.

No es necesario hacerlo de una sentada, se puede realizar en varias etapas, ya que consta de 3 partes bien diferenciadas:

1. Crea y describe seis personajes:

a) Piensa seis nombres de persona (tres femeninos y tres masculinos). No te entretengas mucho en seleccionarlos, quédate con los primeros que te vengan a la cabeza.

b) Imagina cómo son estos personajes y descríbelos en veinticinco palabras (o menos) que definan su carácter. Olvídate de su físico, lo importante es cómo son por dentro, cómo actúan, cómo ven la vida. Por ejemplo:

– Marta: Es ruidosa, habla en voz muy alta y se cree todas las noticias que ve en televisión. Le gusta ser el centro de atención.

– Rubén: Tímido y poco sociable, es un conspiranoico que, aunque de trato amable y educado, detesta su trabajo porque le obliga a tratar con demasiada gente.

Una vez tengas tus seis personajes, pasa a la segunda parte del ejercicio:

2. Escribe un monólogo interior de cada personaje:

Redacta un monólogo interior como los muchos que cada uno de nosotros realiza diariamente mientras camina por la calle, quita el polvo de los muebles o espera en la consulta del médico.

No te demores demasiado en decidir qué tienen que pensar tus personajes, simplemente escribe lo que se te vaya pasando por la cabeza, de forma automática. No importa si, a medida que vas avanzando, surgen contradicciones o incoherencias: se trata de que exteriorices todo lo que se te vaya ocurriendo, que dejes volar tu imaginación y ejercites tu creatividad.

Una vez hayas terminado, lee lo que hayas escrito y elimina lo que no te sirva: quita incoherencias, clichés y todo lo que no te guste o no te parezca correcto. Reduce cada monólogo a un máximo de 250 palabras.

Esta parte del ejercicio te habrá servido para familiarizarte con tus personajes y para espolear tu imaginación.

3. Crea una situación en la que intervengan los seis personajes y desarróllala en una escena.

No se trata de que escribas un cortometraje ni una historia con planteamiento, nudo y desarrollo. Sólo tienes que imaginar una situación en la que tomen parte los seis: Un viaje en autobús, la sala de espera de un dentista, un accidente de automóvil, un banquete de bodas, etc.

Tampoco es necesario que todos tengan la misma importancia ni participen en la misma medida. Unos pueden tener más protagonismo que otros y no es imprescindible que todos interactúen entre sí.

El objetivo de esta parte del ejercicio es que te familiarices con los personajes, que los “veas” moverse y los “oigas” hablar para que luego seas capaz de hacerlos actuar y reaccionar con naturalidad en tu guion.

Como ya he escrito en el inicio, este ejercicio no sólo sirve como práctica para mejorar tu escritura, también puede ser una manera de superar el bloqueo creativo y acabar escribiendo un guion completo.

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¿Por qué nos gustan las historias de monstruos?

Desde hace miles de años el ser humano se ha sentido atraído por las historias que narran el enfrentamiento de un héroe contra un monstruo.

Alien, King Kong o los zombis de nuestros días son la nueva versión de seres monstruosos como el Minotauro, la Medusa o los dragones de los mitos de la antigüedad y las brujas, los gigantes o los ogros de los cuentos tradicionales.

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Habitualmente el monstruo es una amenaza para el héroe y/o para una comunidad:

San Jorge debe luchar contra el dragón porque éste destruirá el reino si no se le entrega una doncella cada cierto tiempo, los zombis deben ser eliminados porque pretenden devorar los cerebros de todo ser humano que se les ponga por delante, la bruja de Hansel y Gretel tiene esclavizada a Gretel y planea comerse a Hansel…

El monstruo puede ser una criatura extraterrestre como en las películas de “Alien”, un animal peligroso como en “Tiburón”, un hombre aparentemente normal pero que esconde un interior monstruoso como en la serie “Hannibal”. También puede ser una multitud como en el caso de los filmes de zombis. Incluso puede ser una extraña enfermedad que amenaza con acabar con toda la humanidad.

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A primera vista, las historias de monstruos son muy sencillas:

El protagonista se enfrenta a una criatura pavorosa y aparentemente invencible, pierde todas las batallas, su situación es cada vez peor a medida que avanza la narración y, cuando parece que va a sucumbir ante el terrible enemigo, realiza un esfuerzo sobrehumano que le otorga la victoria sobre el monstruo.

El héroe de estos relatos no es muy elaborado desde el punto de vista psicológico ni experimenta ningún cambio interior o evolución.

Se diría que estas historias son una repetición constante de la misma narración con ligeras variaciones como pueden ser lo pintoresco del aspecto del monstruo o la espectacularidad de sus poderes de destrucción.

Pero la simplicidad de las historias de monstruos es sólo aparente porque son relatos simbólicos, dirigidos a nuestro subconsciente.

Como todos los mitos y cuentos infantiles tradicionales, son narraciones en las que, a través de una historia externa, se relata un itinerario interior de cambio emocional.

Los héroes de estas historias no sufren cambios interiores ni tienen profundidad psicológica porque son arquetípicos y no la necesitan: el monstruo con el que se enfrentan simboliza la carencia, fallo humano o demonio interior que deben superar.

Matar al monstruo es un símbolo de evolución y superación que puede que no comprendamos de manera consciente (ni falta que hace: si lo hiciéramos, la historia dejaría de ser “sanadora” o “eficaz” para nuestra psique) pero que nuestro subconsciente sí que capta y entiende. Por eso nos gustan las historias de monstruos, porque nos ayudan a superar nuestros demonios internos.

 

Existen cuatro variantes según el tipo de monstruo, su relación con el héroe y/o la forma en que el espectador percibe al primero:

Cuando le tomamos cariño al monstruo

Ejemplo de este tipo de películas son “Frankenstein” o “King Kong”. En ellas el guion empieza de la forma habitual con el monstruo causando estragos en una comunidad, pero a medida que avanza la historia nos vamos dando cuenta de que la criatura que debería asustarnos tiene cualidades buenas y parece más humano que los humanos, empezamos a justificar sus acciones y terminamos poniéndonos de su parte. Acabamos tomándole cariño.

Esta clase de película suele funcionar mal porque, desde el punto de vista de simbolismo subconsciente, si el monstruo no es “malvado” no puede ser el representante de un defecto interior y el espectador, que percibe esto inconscientemente, intenta reconstruir la historia a su manera para darle sentido, acaba percibiendo al héroe como negativo y no se identifica con él.

Huir del monstruo

“El Incidente (The Happening, guion y dirección de M. Night Syamalan) o “El Diablo Sobre Ruedas” (Duel, escrita por Richard Matheson y dirección de Spielberg) son dos muestras de esta variante de historias de monstruos.

En la primera, “El Incidente”, el protagonista se limita a huir, sin luchar, de la extraña enfermedad que hace que la gente se suicide, lo que puede ser lógico en la vida real pero resulta poco efectivo como simbolismo porque nadie supera un fallo interior intentando huir de él.

En el segundo ejemplo, “El Diablo Sobre Ruedas”, el héroe se pasa parte de la película huyendo de un camión que le persigue, pero llega un momento en el que comprende que no puede escapar y decide enfrentarse a su perseguidor con intención de acabar con él.

El mensaje simbólico de la primera sería: “Si huyes de tu demonio interior, puede que acabe desapareciendo”. En el caso de la segunda es: “Si luchas contra tu problema interno, acabarás derrotándolo”. Evidentemente, éste último resulta mucho más inspirador que el primero.

Otra muestra de film con protagonista que huye del monstruo es “El Proyecto de la Bruja de Blair” (“The Blair Witch Project”, escrita por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez) donde un grupo de documentalistas son perseguidos por algo sobrenatural y mortífero a través del bosque hasta que todos acaban muertos. El mensaje simbólico en este caso es: “Si huyes de tus defectos internos, acabarán destruyéndote”.

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Matar al monstruo equivocado

Es lo que le sucede a Sean Penn en “Mystic River” (guion de Brian Helgeland) que cree que su hija ha sido asesinada por un amigo suyo y lo mata. Después descubre que el asesino es otro.

En este caso, el protagonista ha matado al monstruo equivocado y su situación es mucho peor que antes de hacerlo.

El mensaje simbólico es evidente: “Cuidado con luchar contra un fallo interno erróneo porque acabarás con problemas mayores de los que ya tenías”.

El monstruo mata al héroe

Es lo que sucede en “Valkiria” (Valkirye, guion de Chistopher McQuarrie y Nathan Alexander) donde Tom Cruise es un oficial alemán que conspira para asesinar a Adolf Hitler y acabar con el nazismo. El plan fracasa y Tom Cruise es fusilado.

Esta variante no suele gustarle al público porque el mensaje simbólico es desesperanzador: “Hay demonios interiores tan fuertes que, si intentas luchar contra ellos, acabarán derrotándote”.

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Diez relatos y novelas cortas convertidos en película

Es más fácil adaptar un relato o novela corta al cine que hacerlo con una novela extensa. La razón principal es obvia:

En los noventa o ciento veinte minutos que dura un largometraje resulta más sencillo mantener la unidad de la historia y el hilo argumental de un relato que de una novela de ochocientas páginas.

Veamos diez ejemplos de relatos y novelas cortas convertidos en película:

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1. Sleepy Hollow

Basado en un mito popular, el relato “La Leyenda de Sleepy Hollow” se publicó en 1820 en el libro de ensayos y relatos cortos de Whasington Irving “The Sketch Book of Geoffrey Crayon”. Tim Burton hizo la adaptación cinematográfica en 1999.

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2. Memento

Curiosamente, la adaptación cinematográfica del relato “Memento Mori” fue estrenada en 2000, un año antes de la publicación de la obra original en 2001. El cineasta Chistopher Nolan se basó en el borrador de “Memento Mori” escrito por su hermano Jonathan Nolan.

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3. Los Duelistas (The Duelists)

“El Duelo” (The Duel, 1908) es un relato de Josep Conrad basado en la historia real de dos oficiales del ejército de Napoleón que se retaron en duelo 17 veces. La adaptación al cine, “Los Duelistas” (The Duelists, 1977) sería la primera película que dirigió Ridley Scott.

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4. Eyes Wide Shut

“Traumnovelle” (Relato Soñado) es una novela corta de Arthur Schnitzler publicada en 1926 cuya acción sucedía en Viena. Stanley Kubrick la adaptó al cine en 1999 como “Eyes Wide Shut”.

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5. Rashomon

Considerada por muchos la obra maestra de Akira Kurosawa, la película “Rashomon” (1950) es la adaptación de dos relatos del escritor Ryunosuke Akutagawa: Rashomon (1915) y “En el Bosque” (1922).

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6. Minority Report

Escrito por Philip K, Dick em 1956, “The Minority Report” se convertiría en otro de los éxitos de Steven Spielberg cuando dirigió su adaptación, “Minority Report”, en 2002.

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7.Total Recall

La famosa película “Total Recall” dirigida por Paul Verhoeven y estrenada en 1990 es la adaptación de un extraño relato de Phillp K. Dick: “Podemos Recordarlo por Usted al Por Mayor” (We Can Remenber It for You Wholesale) publicado en 1966.

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8. Desayuno con Diamantes (Breakfast at Tiffany’s)

Otra novela corta convertida en un clásico del cine: “Desayuno en Tiffany’s”, 1958, (Breakfast at Tiffany’s), de Truman Capote  sería llevada a la pantalla en 1961 por Blake Edwards. En España se tituló “Desayuno con Diamantes”, en Hispanoamérica “Muñequita de Lujo” o “Desayuno en Tiffany’s”.

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9. Apocalypse Now

Joseph Conrad publicó en 1899 la fascinante novela corta “El Corazón de la Oscuridad” (Heart of Darkness) que sucedía en una selva tropical de África en el siglo XIX. Cuando Francis Ford Coppola la adaptó al cine como “Apocalypse Now” (1979) trasladó la acción a Vietnam en los años 70.

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10. Los Pájaros (The Birds)

De nuevo una novela corta se transforma en una gran película: “Los Pájaros” (The Birds, 1952) de Daphne Du Maurier fue adaptada en 1963 con el mismo título por Alfred Hitchcock.

 

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Tres puntos de partida para escribir un guion

Después de muchas conversaciones con profesionales y según mi experiencia como profesora y analista de guiones, he llegado a la conclusión de que existen tres puntos de partida diferentes para desarrollar una historia.

Casi siempre depende de las características personales del guionista pero, a veces, son las particularidades del guion que se quiera escribir las que obligan a escoger un punto de partida u otro (no es lo mismo escribir algo porque tienes una idea y te apetece desarrollarla, que hacerlo porque una productora te ha hecho un encargo para determinado sector de público o “aterrizar” en un guion en el que ya ha trabajado otro u otros guionistas que te piden tu colaboración).

Los tres puntos de partida a los que me refiero son los habituales cuando el guionista escribe una historia por impulso propio, no por encargo. Son los siguientes:

1. El argumento.

2. Los personajes.

2. El tema.

El argumento

Según la RAE, argumento es la “sucesión de hechos, episodios, situaciones, etc., de una obra literaria o cinematográfica” (esto es lo que en guion llamamos “trama”).

La RAE también define el argumento como el “resumen del asunto de una obra literaria o cinematográfica, o de cada una de sus partes” (esta acepción define mejor lo que, cuando hablamos de guion, llamamos “argumento” o “sinopsis).

A muchos guionistas se les ocurre su historia a partir del argumento. No es que de pronto se les encienda la bombilla y, como por arte de magia, aparezca en su mente la sinopsis completa de un guion con sus personajes bien definidos, los tres actos desarrollados, etc., más bien les vendrán a la mente escenas sueltas, imágenes, situaciones, que les llevan a elaborar un argumento.

Para estos guionistas lo importante es lo que sucede en la narración y a partir de ello crearán personajes que puedan narrar esa historia mediante sus acciones y diálogos.

Los personajes serán creados pensando en el argumento y estarán a su servicio. Tendrán la edad, el sexo, la profesión y el perfil psicológico necesario para hacer creíble la narración, mantenerla en movimiento y llevarla hasta el clímax final.

Los personajes

Otro tipo de autores son aquellos que primero imaginan determinados personajes y luego deciden que quieren escribir un guion con ellos. Son guionistas que se suelen inspirar en personas que conocen, que ven casualmente en el autobús, por la calle o en cualquier otro lugar y a los que, por ejemplo, una conversación banal entre dos señoras en la panadería puede sugerir una comedia de enredo o una tragedia.

Cuando esta clase de guionistas tiene unos personajes que les gustan, empiezan a imaginar situaciones en las que ubicarlos y conflictos a los que podrían enfrentarlos. Esto les lleva a construir el argumento.

Este tipo de guionistas suelen ser bastante buenos escribiendo los diálogos porque tienen facilidad para ver a sus personajes en acción, no les cuesta esfuerzo imaginarlos hablando. Los conocen a fondo más por instinto que por un trabajo previo de construcción del personaje.

El tema

Volviendo al diccionario de la RAE, una de las acepciones de “tema” es: “Asunto general que en su argumento desarrolla una obra literaria”. Y nos pone un ejemplo: “El tema de esta obra son los celos”.

El guionista que parte del tema para escribir su guion suele estar interesado en reflexionar sobre algo que puede ser:

– Social: El cambio climático, el troskismo, el capitalismo, etc.

– Psicológico o de relaciones humanas: Los celos, la codicia, la rivalidad entre hermanos, el afán de superación de determinado personaje que lucha contra su entorno, etc.

– Filosófico: Defender o atacar determinada ideología, mostrar cierta forma particular de ver o interpretar la realidad que nos rodea o el mundo en el que estamos inmersos, el eterno debate entre el bien y el mal, reflexionar sobre el comportamiento humano en determinadas circunstancias, etc.

En el caso de estos guionistas, habitualmente trabajarán primero el asunto sobre el que desean reflexionar y la conclusión sobre el mismo a la que quieren llegar en su guion. Después buscarán personajes que representen las distintas posturas que puede haber sobre dicho tema y, más tarde, idearán el argumento que les permita desarrollarlo.

Los tres puntos de partida para escribir un guion pueden ser utilizados indistintamente por cualquier guionista. Es decir: que seas muy bueno con los personajes y tengas tendencia a empezar tus historias por ellos no significa que, en un momento dado, no puedas plantearte un tema sobre el que reflexionar y, a partir de ahí, escribir un guion y viceversa.

Lo mismo sucede si habitualmente inicias tus guiones trabajando el argumento: eso no significa que no te pueda venir la inspiración por un personaje o por un tema.

Existe, por último, una cuarta posibilidad: que el guion sea un encargo y tengas que tomar como punto de partida para desarrollarlo las pautas que te hayan dado de antemano sean estas las que sean. Pero eso sería tema para otra entrada…

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