Cuatro ejercicios de creatividad a partir de una película

Utilizar para inspirarnos una película que nos gusta (o que detestamos) es un buen recurso para ejercitar la imaginación y la creatividad. Pero, al hacerlo, hay que tener en cuenta que se trata de potenciar nuestra capacidad creativa, no de plagiar.

Podemos usar el trabajo de otros como punto de partida para nuestra escritura, eso es legítimo, pero el resultado debe ser una obra nuestra con identidad propia y que no tenga nada que ver con la película que nos ha servido de punto de partida.

Estos son los ejercicios que te propongo:

1. Inspírate en una escena:

Piensa en una escena de alguna película que hayas visto y aíslala del resto de la trama, olvídate del argumento original y hazte varias preguntas:

– ¿Qué clase de individuos crees que serían los personajes si sólo supieras de ellos lo que ves en esa escena?

– ¿De dónde podrían venir?

– ¿A dónde podrían dirigirse?

– ¿Cómo sería la relación entre ellos?

– ¿Qué objetivo tendrían y qué harían para alcanzarlo?

 – ¿Qué clase de conflicto perturbaría su normalidad?

Continúa dándole vueltas a la situación hasta conseguir la sinopsis de un argumento alternativo que no se parezca en nada al de la película que has tomado como referencia.

2. Imagina una trama protagonizada por un personaje menor:

Llamamos “personaje menor” a aquel que apenas aparece y que está en la trama para dar color, apoyar a un personaje principal o realizar acciones necesarias para que avance la historia (el taxista que lleva al protagonista a algún sitio, la camarera que trabaja en el bar favorito de los personajes principales, etc,).

Seguro que más de una vez, al ver una película, te has fijado en alguno de estos personajes porque te ha gustado. Pues, ahora, escoge alguno de ellos y piensa en:

– Cómo debe de ser su vida cotidiana.

– ¿Tiene familia o no?

– ¿Tendrá alguna afición que le caracterice?

– ¿Qué objetivo puede tener?

– ¿Cómo reaccionará si algo o alguien cambia, de pronto, su normalidad provocándole un conflicto?

– ¿Qué tipo de personaje puede ser su antagonista?

Estas preguntas son orientativas, utiliza las que te parezcan interesantes y deshecha las demás, crea otras que se te ocurran, siéntete libre para inventar. Si dejas volar tu imaginación, seguro que se te acabará ocurriendo una trama protagonizada por este personaje menor.

3. Convierte al antagonista en protagonista:

Dale la vuelta a la película, imagina que el “malo” pasa a ser el “bueno”:

– ¿Cuál es su biografía?

– ¿Qué sentimientos lo mueven?

– ¿Cómo ha llegado a la situación en que se encuentra?

– ¿Cómo justificarías sus “maldades” para que dejen de serlo o, al menos, el espectador las comprenda?

Algo así es lo que hicieron el guionista Scott Silver y el director Todd Phillips con el personaje del Joker y el resultado ha sido un excelente guion y una de las películas más taquilleras de los últimos años.

4. Desarrolla una historia partiendo del final de una película:

Si la película es una comedia romántica que acaba en beso final, pregúntate cómo seguirá esa pareja cinco años después:

– ¿Continuarán juntos?

– ¿Qué pasará cuando tengan problemas para llegar a fin de mes?

– ¿Conseguirá él llevarse bien con su suegra?

– ¿Cómo soportará ella a los malcriados hijos del primer matrimonio de su amado?

Si se trata de una película bélica que termina con el protagonista desfilando victorioso el día del armisticio, imagina qué le puede suceder a partir de ahí. Ese soldado recibido como un héroe:

– ¿Podrá reintegrarse en una sociedad de posguerra con facilidad?

– ¿Tendrá secuelas psicológicas que le impidan volver a su vida anterior?

– ¿Aprovechará sus victorias bélicas para prosperar durante la paz?

– ¿Qué cambios habrá experimentado en su personalidad?

– Las relaciones con su familia, pareja, amigos ¿habrán cambiado? ¿cómo?

– Su visión del mundo y de la vida ¿será la misma que tenía cuando fue llamado a filas?

Seguro que más de una vez, al terminar de ver una película, has elucubrado sobre qué pasaría si la narración durase una hora más. ¿Por qué no continuarla tú por tu cuenta?

Evidentemente, estos cuatro ejercicios podrían practicarse de la misma forma con un relato literario o una novela. Elije lo que prefieras. ¡Buena suerte y mucha inspiración!

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Si quieres escribir un buen diálogo, haz que tus personajes mientan de vez en cuando

Dos de los fallos más habituales que suelen cometer los guionistas principiantes a la hora de escribir diálogos son:

  1. Sus personajes dicen todo lo que se les pasa por la cabeza.
  2. Son absolutamente sinceros cuando hablan.

Si queremos que nuestros personajes sean creíbles debemos hacerles hablar como personas reales. Y los seres humanos no decimos nunca todo lo que se nos pasa por la cabeza, ni siempre decimos la verdad.

Los personajes pueden y deben mentir

Los personajes de tu guion pueden y deben mentir porque:

  • Así la película se vuelve imprevisible y más interesante.
  • Conseguimos sorprender al espectador cuando le descubrimos que la verdad no es la que él creía.
  • Cuando el espectador sabe que no puede confiar en la sinceridad del personaje, éste se vuelve más ambiguo y, por lo tanto, más interesante.

Diferentes formas de mentir:

Existen diferentes formas de faltar a la verdad y  todas pueden ser efectivas dramáticamente si las utilizamos a la hora de escribir nuestros diálogos:

1. Mentir directamente

Esta forma de mentir no tiene mucho misterio, se trata de decir que lo blanco es negro, que hoy has ido al gimnasio cuando no lo has hecho…

Es la manera en que le mienten al detective Jake Gittes (Jack Nicholson) en “Chinatown”, al principio, cuando una cliente dice ser la Sra. Mulwray y le encarga que siga a su marido para averiguar si le está siendo infiel.

Más tarde Gittes y nosotros los espectadores descubriremos que esa mujer no es la Sra. Mulwray ni pretende averiguar si él está teniendo una aventura con una jovencita.

2. Mentir por omisión

También en “Chinatowwn” se miente por omisión. Lo hace el personaje de Faye Dunaway (Evelyn Mulwray) en la escena en que ella y Gittes están sentados en el bar:

Gittes ha averiguado que todos le engañan y manipulan. Está enfadado y ha sacado sus propias conclusiones de por qué le mienten y sobre lo que en realidad sucede y así se lo hace saber a Evelyn.

Nosotros como espectadores estamos de acuerdo con Gittes porque sus razonamientos nos parecen lógicos. Pero Gittes (como nosotros) no tiene todos los datos y se equivoca al interpretar los hechos.

Evelyn sí que sabe la verdad pero calla. Con su silencio, ella hace que Gittes y nosotros pensemos que él está en lo cierto. Evelyn ha mentido por omisión.

5. Inducir al personaje que escucha a llegar a conclusiones erróneas

Es lo que hace el villano de “Sospechosos habituales”: Se aprovecha del error que ha cometido la policía respecto a la identidad de uno de los personajes al principio de la película y alimenta esa conclusión errónea de los agentes y los espectadores durante casi todo el film.

4. Mentirse a sí mismo

Cuando el personaje (como las personas reales hacemos a menudo) se engaña a sí mismo porque no quiere reconocer una realidad que le hace sentirse mal.

Es lo que sucede en “Los Puentes de Madison” (“The Bridges of Madison County”) cuando Francesca (Meryl Streep) le dice a Robert (Clint Eastwood) que no va a marcharse con él.

Las excusas que Francesca da no tienen ningún sentido, las va ideando a medida que habla porque no quiere reconocer la verdad:

La única razón por la que no se irá con Robert es que le da miedo el salto al vacío que eso supone. Su vida es aburrida y a ella le atrae la aventura y el riesgo, pero su rutinaria vida es segura y Francesca no tiene el valor suficiente para llevar a cabo un cambio tan rotundo.

5. No distinguir entre realidad e irrealidad

No se puede decir que no diferenciar lo que es real de lo que no lo es sea exactamente mentir, pero se le parece bastante.

Es lo que le sucede a Norman Bates (Anthony Perkins) en “Psicosis” (Psycho) cuando le dice a Marion (Janet Leigh): “Mi madre y yo vivimos aquí solos desde hace diez años”.

Es posible que Norman esté siendo sincero en ese momento pero más tarde descubriremos que Bates es un psicótico que hace mucho que no percibe la realidad.

Hacer que tus personajes mientan directamente o por omisión, que induzcan a otros personajes a sacar conclusiones erróneas, se engañen a sí mismos, falten a la verdad porque no distinguen lo real de lo irreal… es una manera de conseguir que tu guion sea más interesante y tus personajes ganen en verosimilitud y profundidad.

No lo olvides: Si quieres escribir un buen diálogo, haz que tus personajes mientan de vez en cuando.

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Siete puntos para mejorar los diálogos de tu guion

A lo largo de los años como asesora de guionistas y analista de guion, he comprobado que los mejores guiones son aquellos escritos por escritores meticulosos que no se conforman con su primer borrador, que corrigen y reescriben una y otra vez buscando la mejor versión posible de su trabajo.

Uno de los elementos que más preocupa a estos guionistas buscadores de la perfección (o de algo que se le acerque lo más posible) son los diálogos. Releer los diálogos preguntándose cómo pueden mejorarse es una tarea que siempre obtiene su recompensa: un mejor guion.

Los siguientes son varios puntos que resulta muy útil repasar cuando se están revisando los diálogos:

1. Pregúntate si basta con la acción para contar lo que quieres decir

Como medio de contar nuestra historia en cine o televisión, la acción tiene más fuerza que la palabra porque captamos más del pensamiento y los sentimientos de los otros a través de sus expresiones, gestos y reacciones que mediante lo que dicen.

Pregúntate ante cada réplica que estés revisando si no hay una manera de contarla mediante la acción de los personajes y, si la hay, elimina esa frase y substitúyela por una acción.

2. En ocasiones, el silencio puede expresar más que las palabras

La respuesta a una pregunta no tiene por qué ser una frase, puede ser un gesto, una mirada, un silencio que muestra que no se quiere contestar a lo preguntado…

Los silencios pueden ser una parte muy activa de un diálogo, no tengas miedo de utilizarlos.

3. No intentes demostrar lo inteligente o culto que eres mediante los diálogos

Que la réplica de un personaje sea un brillante discurso sobre su ideología, su forma de ver la vida o lo mucho que sabe sobre la cría del calamar verde en los Trópicos puede ser un párrafo brillante pero innecesario para nuestra escena. Puede que te haya quedado perfecto y pruebe lo inteligente y culto que eres, pero es posible que resulte recargado, artificioso o poco verosímil.

4. Pule tus diálogos al máximo eliminando todo lo inútil

” Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Lo dijo Baltasar Gracián en el siglo XVII. Era verdad entonces y lo sigue siendo ahora: cuanto más conciso sea un diálogo, cuantas menos frases inútiles tenga, mejor y más efectivo será.

Pule tus diálogos frase por frase, palabra por palabra, hasta asegurarte de que no hay nada inútil que les reste agilidad y dinamismo.

5. Utiliza el subtexto

Los personajes no tienen por qué decir (ni deben hacerlo) siempre todo lo que se les pasa por la cabeza. Tampoco lo hacemos las personas reales cuando hablamos con alguien.

Muchas veces, la verosimilitud y la profundidad de una frase está en que intuimos que el personaje no está siendo sincero o no está diciendo toda la verdad, se engaña a sí mismo, oculta algo, piensa lo contrario de lo que está diciendo…

Trabaja el subtexto, construye frases cuyo significado vaya más allá de lo que el diálogo dice literalmente.

6. Evita, dentro de lo posible, artimañas explicativas demasiado obvias

Llamo artimañas explicativas a recursos tan evidentes como el personaje leyendo en voz alta un texto (una carta, un mensaje de una red social, un texto de la pantalla de su ordenador, etc), utilizando la voz en off o escuchando una noticia en la radio o tv.

A veces, estos pueden ser buenos recursos y es apropiado hacer uso de ellos pero no te pases, utilízalos con cuentagotas y sólo cuando no puedas dar la información de otra manera.

7. No des más información de la necesaria para que el espectador comprenda la trama o se implique emocionalmente en la historia que se le está contando

Todo lo que no sirva para que el espectador entienda la narración o para activar en él algún tipo de sentimiento o emoción que le haga sentir suspense, miedo, alegría, diversión, empatía por el personaje o cualquier otro elemento que le haga implicarse en la historia, conseguirá todo lo contrario a lo que deseas: hará que se sienta confuso o se aburra.

Estos puntos no son los únicos a tener en cuenta a la hora de escribir o revisar un diálogo, pero es muy útil tenerlos en cuenta de cara a que tu guion sea el mejor guion posible.

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El guionista es prisionero de sus propias reglas

Cuando el guionista escribe el primer acto de su guion presenta a los personajes, sienta las bases de las relaciones entre ellos, muestra el universo particular en el que va a suceder la historia, da la información necesaria para que el espectador pueda entender lo que se le va a contar y procura despertar el interés de la audiencia.

Además, en el primer acto, el guionista marca las reglas internas por las que se rige el mundo ficticio que está creando. Este universo imaginario no necesariamente debe funcionar del modo en que lo hace la vida real. En la ficción todo está permitido, todo puede ser creíble pero debe ser coherente. Podemos crear nuestro propio mundo completamente ajeno a la vida real pero es imprescindible que tenga su propia lógica.

Una de las preguntas mas frecuentes que me plantean los guionistas a los que asesoro es: “¿Resulta esto creíble?”. Cuando dicen “esto” se refieren a un personaje, una escena o una situación de su guion. Mi respuesta es siempre la misma: “En un guion todo puede ser creíble si sigues una lógica interna y cumples tus propias reglas”. Esas reglas las crea el guionista en el primer acto y, a partir de ahí, pasa a ser su prisionero.

Cuando el espectador se sienta a ver una película y desea disfrutar de ella, lo primero que hace es suspender su incredulidad. Es decir, durante el tiempo que dure la historia el espectador juega a creer cosas que está convencido de que no existen en la vida real: zombis, vampiros, monstruos, etc. Sin la suspensión de la incredulidad es imposible disfrutar de determinadas narraciones y, por ello, todos la ponemos en práctica cuando queremos deleitarnos con ellas.

Ahora bien, todo tiene sus límites: Si has empezado tu guion mostrando el mundo frenético y cargado de adrenalina de un bróker de bolsa como, por ejemplo, el protagonista de Wall Street Wolf (El lobo de Wall Street), un universo totalmente realista y materialista, y en mitad de la película aparecen unos extraterrestres que pretenden vengarse del protagonista porque les ha hecho perder mucho dinero en sus inversiones en la bolsa, va a ser difícil que el espectador no se ría a carcajadas y pierda todo interés por tu película. O si, en el tercer acto de The Wall Sreet Wolf, el personaje que encarna Leonardo Di Caprio tuviera una visión mística que, súbitamente, le transformara interiormente y le hiciera acabar de monje budista en el Tíbet, la gente saldría del cine diciendo que la película es una completa estupidez.

¿Por qué pasa esto? Porque durante el primer acto de tu historia has mostrado al espectador un universo que funciona con determinadas reglas: las del mundo de los brokers y las grandes inversiones. Un ambiente pragmático, materialista, en el que no hay lugar para la fantasía o la espiritualidad y estás obligado a respetar las reglas que tú mismo has creado.

¿Significa esto que no puedes mezclar en un guion inversores de bolsa con extraterrestres, que no es posible crear un trader vampiro o contar la evolución interior de un personaje pragmático y materialista que acaba convirtiéndose en un asceta? Por supuesto que no: Se puede crear cualquier historia y mezclar en ella los elementos más inverosímiles y opuestos posibles siempre que hayas sentado las bases para ello al principio del guion.

Si en el primer acto has presentado al espectador un mundo materialista y frenético pero con ciertos atisbos de fantasía (quizá a nuestro bróker se le aparezca determinado personaje un tanto bizarro, o el propio protagonista tenga comportamientos que nos pueden parecer excéntricos o ilógicos) nos sorprenderá pero nos parecerá creíble que, más adelante, se nos cuente que ese personaje un tanto bizarro es un extraterrestre.

O si en el inicio has mostrado que este bróker, además de ser codicioso y superficial, está insatisfecho con el tipo de vida que lleva, que siente la necesidad de transcendencia o que tiene un sentimiento de vacío que intenta llenar, sin éxito, con una cotidianeidad de dinero, sexo y drogas, sí que nos resultará creíble que se involucre en un viaje interior que acabe llevándole a ser un asceta budista en el Tíbet.

Cuando trabajes el primer acto de tu guion, sé muy consciente de esto: puedes inventar cualquier cosa que desees, hacer creíbles los personajes y hechos más inverosímiles pero, para ello, debes cumplir tus propias reglas y ser consciente de que eres prisionero de ellas.

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Ejercicio de interacción entre personajes

No basta con crear personajes originales e interesantes ni con desarrollarlos luego de forma coherente, también hay que hacerles interactuar entre sí de manera natural y efectiva mientras cuentan la historia y hacen avanzar la trama.

Este es un ejercicio para practicar la interacción entre personajes y podríamos llamarlo “Tres historias diferentes en un mismo escenario”:

Escribe tres escenas cortas (de una media página cada una) y mudas (para practicar la utilización de las acciones de los personajes). Las tres escenas suceden en el mismo lugar y con el mismo personaje protagonista.

Escena 1:

El protagonista entra en un lugar desconocido para él, se debe notar que es la primera vez que está allí, que el sitio le parece misterioso y un tanto inseguro y que está esperando a alguien. La escena termina cuando llega el otro personaje y el protagonista parece intimidado o preocupado ante él.

Escena 2:

El protagonista entra en el mismo lugar de la escena anterior pero ahora parece que es un sitio familiar para él y que está tranquilo y feliz. La escena termina cuando llega el otro personaje y ambos se saludan con alegría por encontrarse.

Escena 3:

De nuevo, llega el protagonista al mismo lugar. Parece triste y pensativo. Aparece el otro personaje y ambos se saludan con mucha tristeza.

Utiliza el entorno y los elementos que hay en él para que te ayuden a contar la historia. Ayúdate con el tipo de iluminación y sonido ambiente.

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Ejemplos de one pager

Su nombre original es «one pager» pero en español algunos lo han bautizado como «one page» porque consiste en una sola página.

El «one pager» o la «one page» es la carta de presentación de un guion y, a menudo, es la única oportunidad que te darán (productores, televisiones, posibles inversores…) para que cuentes algo de tu proyecto. Dependerá se si les gusta o no que se planteen la posibilidad de seguir leyendo.

Te presento dos ejemplos para que te sirvan de inspiración pero puedes diseñar tu propio one pager adaptándolo a tu personalidad y a la estética de la trama de tu guion.

Ejemplo 1:

Ejemplo 2:

Como puedes ver, no es nada complicado.

Si tienes un guion escrito y necesita una revisión, puede que quieras un análisis de guion que te ayude a mejorarlo.

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Cómo crear un villano memorable

En cualquier clase de película (ya sea un drama, una comedia, una historia de acción o de cualquier otro género) el antagonista es tan importante, o más, que el protagonista.

Y lo es porque el antagonista es el personaje encargado de poner en marcha la historia y mantenerla en movimiento creando conflicto e ideando obstáculos y dificultades que impidan al protagonista alcanzar su objetivo.

Pero si escribes guiones de “bueno contra malo”, “héroe contra villano”, es todavía más necesario que cuides a tu antagonista. Porque en thrillers, películas de terror y similares, la verdadera estrella es, muy a menudo, el villano: Hannibal Lecter, Drácula, Norman Bates, Freddy Krueger…

Por lo tanto, cuando tienes un villano en tu guion, tienes que cuidarlo mucho y, para ello, debes tener en cuenta varios puntos:

1. Que sea un personaje activo

Si hemos dicho que el antagonista es el encargado de poner en marcha la historia y de mantenerla en movimiento, es evidente que tendrá que ser un personaje activo, con iniciativas propias.

El protagonista puede permitirse el lujo de ser reactivo (la mayoría de las veces lo es durante los dos primeros actos de la narración), es decir, puede limitarse a reaccionar ante las acciones del antagonista. Pero éste último necesita llevar la iniciativa, al menos, durante los dos primeros actos.

El punto de giro que nos lleva del segundo acto al tercero puede ser el momento en que el protagonista decide volverse activo obligando con ello al antagonista a ser reactivo.

2. Dale su propia trama

Podemos llamarla “contra-trama” ya que se opone a la principal liderada por el protagonista.

Trabajar bien la trama de tu villano es esencial si quieres conseguir una historia consistente, que no “haga aguas”. No hay que olvidar que es la intención del antagonista (impedir que el protagonista obtenga lo que desea) lo que hace posible la historia que se cuenta.

3. Que tenga objetivos claros

Los objetivos del malvado pueden estar ocultos para el espectador durante gran parte del guion para provocar la curiosidad y el interés, pero deben estar claros para tu antagonista y para ti porque es la única manera de que lo puedas hacer actuar con coherencia.

Que tu villano sepa qué quiere y por qué, aunque el protagonista y el espectador tarden en averiguarlo.

4. Trabaja bien su perfil psicológico para que tenga un comportamiento coherente

Que tu villano no sea un estereotipo plano, dale individualidad convirtiéndolo en un ser humano de carne y hueso (o en un monstruo con personalidad propia).

Puede que sea malvado o que sus acciones nos parezcan reprobables, pero deben tener coherencia. Los actos de Hannibal Lecter son terribles pero siempre actúa dentro de su propia lógica: se comería a su vecino sin dudarlo un momento, pero jamás acompañaría su ágape con un vino que no sea adecuado.

5. Que no sea totalmente malvado

Nadie es totalmente malvado las veinticuatro horas del día. Si quieres que tu antagonista sea creíble, dale algún rasgo que lo humanice.

Incluso si tu villano es un monstruo, ten en cuenta que monstruosidad no implica maldad, sino incapacidad de convivir con la normalidad. Drácula no bebe la sangre de sus víctimas por capricho sino que la necesita para sobrevivir, Freddy Krueger no elige matar, es su naturaleza la que le impulsa a ello.

6. Que no se considere a sí mismo malvado

Los seres humanos acostumbramos a justificar nuestros comportamientos negativos con miles de excusas porque, en el fondo, todos nos consideramos “buenas personas” aunque, muy probablemente, alguna vez habremos hecho daño a alguien de forma consciente o inconsciente. Si quieres que tu villano sea verosímil, hazlo tolerante con sus propias maldades.

7. ¿Cuáles son sus fortalezas, las que lo hacen temible para el protagonista?

Es importante que, cuando trabajes el perfil de tu antagonista, le dediques atención a todo aquello que lo convertirá en una pesadilla para el protagonista y que hará pensar al espectador que es prácticamente imposible vencerle. Eso le dará suspense y tensión a tu historia.

8. ¿Cuáles son sus debilidades?

Aunque, al inicio de la película y durante gran parte de ella, el villano parezca invencible, debe tener algún punto débil, algo que permita al protagonista acabar ganándole la partida de una forma creíble.

Recuerda que, cuanto mejor sea tu villano, más oportunidades de lucirse tendrá tu héroe.

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Cómo escribir un guion barato que tenga posibilidades de convertirse en película

Como guionista, captar el interés de una productora por tu trabajo no es sencillo.

Hay mucha competencia, puede que no conozcas a nadie influyente dentro del mundillo de los audiovisuales, quizás estás harto de enviar tus guiones  a productoras y sospechas que nadie se toma la molestia de leerlos.

Es posible que hayas decidido producirlo tú mismo con ayuda de tus amigos.

Escribe barato y tendrás más posibilidades de que tu guion llegue a ser la película que deseas.

Doce consejos para escribir un guion barato:

1-Sitúa el argumento de tu guion en la época actual.

Una historia que sucede en el siglo XV necesita un presupuesto en diseñadores, decoración, maquillaje, peluquería, investigación, localizaciones, sastrería, etc. que no precisa una película que suceda en 2018.

2-Utiliza los menos personajes posibles.

Cuantos más personajes tenga tu guion, más actores necesitarás… y eso cuesta dinero. Cuando corrijas tu guion, elimina de tu historia todos los personajes que puedas. También puedes fundir varios en uno solo, dándole a uno las acciones y diálogos de varios.

3-Nada de escenas de multitudes.

No hace falta explicarte que cuantas más personas aparezcan en una escena más cara será la película.

4-Evita las historias fantásticas que exijan crear un mundo propio y/o efectos especiales.

Este tipo de películas exigen un gran equipo de especialistas y elementos técnicos que conviertan lo imposible en posible… Y eso es caro.

5-No incluyas explosiones espectaculares, bombardeos y similares.

Este tipo de escenas, cuando están bien hechas, nos gustan a todos pero exigen expertos no sólo en explosiones sino en que éstas sucedan en el momento adecuado, consiguiendo la imagen oportuna y sin que nadie resulte herido.

El productor tendrá que gastarse mucho dinero en material, equipo humano y… polizas de seguro.

6-Que tu guion no sea demasiado largo.

Si puedes contar tu historia en 70 páginas no la alargues más. Cuanto más corto es un guion más barato resulta.

7-Utiliza pocas localizaciones.

Cuantas más localizaciones, más días de rodaje y, por lo tanto, más cara será la película.

8-No incluyas localizaciones en lugares famosos.

Si pretendes rodar en la Torre Eiffel,  Times Square o la Gran Vía madrileña te va a salir muy caro.

9-No te vuelvas loco incluyendo temas de músicos muy conocidos.

¿Es imprescindible para que funcione tu historia que utilices un tema de Bob Dylan o de U2? Seguro que los puedes cambiar por otros cuyos derechos de autor sean más asequibles.

10-Si vas a producir tu propio guion, empieza por hacer una lista de los amigos y elementos materiales que posees y escribe tu historia a partir de ahí.

Es lo que hizo Robert Rodriguez cuando se planteó su primera película, “El Mariachi”. Escribió su guion teniendo en cuenta los medios con los que contaba.

11-Escribe historias de terror.

Las historias de terror pueden ser baratas porque es posible hacerlas con un número reducido de personajes y en pocas localizaciones.

12-Escribe dramas personales.

Las historias familiares, de parejas, de conflictos entre amigos o compañeros de trabajo, etc. requieren pocas localizaciones, no tienen efectos especiales y no necesitan una gran cantidad de personajes.

Si sigues estos doce puntos (o la mayoría de ellos), tendrás más posibilidades de ver tu guion en pantalla, ya sea porque alguna productora se interese por él o porque decidas rodarlo tú mismo.

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Si quieres escribir un buen guion, trabaja su estructura

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Las mentes de muchos guionistas noveles (y algunos profesionales) están repletas de buenas ideas, personajes atractivos, escenas impactantes… pero a veces sucede que sus historias avanzan a trancas y barrancas, sin un movimiento continuo y natural hacia adelante, o que la fuerza emocional del guion cae mucho antes de llegar al final.

Es un problema que encuentro a menudo en los guiones que debo analizar y la solución que propongo a los guionistas es siempre la misma: HAY QUE TRABAJAR LA ESTRUCTURA DEL GUION.

Si quieres conseguir que los espectadores se interesen por la historia que les cuentas y por lo que les sucede a tus personajes vas a tener que cuidar el orden en que narras los hechos de tu argumento. No basta con que tus escenas sean espectaculares, estén llenas de sensibilidad o repletas de acción: debes planificar la estructura en la que las insertas.

Habitualmente, una ficción dramática (drama: historia que se cuenta mediante personajes y sus acciones) se centra en un protagonista. El protagonista es el personaje principal de la historia, aquel con el que el espectador se identifica y al que sigue desde el principio al final de la narración.

A lo largo de la película, el protagonista persigue un objetivo importante para él y para conseguirlo debe realizar determinadas acciones y superar ciertos obstáculos. Puede que al final alcance su objetivo o puede que no, pero hasta el final del guion debe luchar para obtener aquello que desea. Porque sin conflicto y sin lucha no hay drama, no hay ficción dramática. Si tienes un personaje que no lucha por alcanzar un objetivo, puede que tengas un estupendo documental o un gran retrato de personajes pero no tendrás un drama, una ficción dramática.

Las acciones que el protagonista realiza para conseguir su objetivo son las que mantienen la historia en movimiento y la hacen avanzar hacia adelante.

Al final, el protagonista (consiga o no su objetivo) ha sufrido una transformación porque las experiencias vividas a lo largo de la historia le han hecho aprender algo o cambiar su forma de ver la vida. Esto es lo que se llama “el arco del personaje”.

El viejo Aristóteles sigue siendo el rey.

Por muchos siglos que hayan pasado desde que escribió su “Poética” y por más que se haya experimentado en este terreno, lo cierto es que la gran mayoría de las historias que funcionan, que hacen que la gente se sienta cautivada con ellas, siguen utilizando la estructura de tres actos que propuso Aristóteles: planteamiento, nudo y desenlace.

Una ficción dramática se divide en tres bloques llamados habitualmente “actos”. Es cierto que algunos guiones se dividen en dos o en más de tres partes. Pero todos tienen un principio, un desarrollo o nudo y un desenlace. Toda buena estructura de un guion se divide en tres bloques o actos.

¿Qué debe tener cada acto para que la estructura del guion sea eficaz desde el punto de vista dramático?

Acto I (planteamiento):

Se presenta al protagonista, al antagonista (si lo hay) y a los personajes principales. Sucede algo que pone la historia en movimiento. Esto que sucede es lo que llamamos “detonante”.

El protagonista responde a ese detonante realizando determinadas acciones y todo parece ir bien hasta que sucede algo inesperado que hace que la historia cambie bruscamente de dirección. Es lo que se llama el “primer punto de giro” o “primer nudo de la trama”. Aquí acaba el primer acto.

Acto II (nudo):

El protagonista reacciona ante el primer punto de giro planteándose alcanzar determinado objetivo. Para conseguir lo que desea debe vencer los obstáculos que irán apareciendo a lo largo de su camino, y enfrentarse al antagonista.

Al final del segundo acto sucede algo que, de nuevo, cambia bruscamente la historia de dirección. Es lo que llamamos “segundo punto de giro” y habitualmente es algo que hace que parezca que el personaje no tiene ninguna posibilidad de alcanzar su objetivo, que lo sitúa en el momento más desesperado de su trayectoria.

Acto III (desenlace):

Cuando el tercer acto empieza, parece que todo esté en contra del protagonista pero éste encuentra una manera de intentar cambiar su situación desesperada bien porque encuentre otra forma de conseguir lo que desea, bien porque decida jugarse el todo por el todo o porque aparezca una nueva meta.

El protagonista se lanza en esa nueva dirección, se enfrenta al antagonista en el clímax de la historia y consigue su objetivo (a menos que estés escribiendo una tragedia, en cuyo caso el personaje fracasará). Finalmente, el protagonista muestra al espectador la transformación que su personalidad ha sufrido o qué aprendizaje ha realizado a lo largo de sus experiencias durante la narración.

Esta estructura ha servido durante siglos para todo tipo de historias: comedias, tragedias, aventuras, thrillers, terror, westerns, ciencia ficción, etc.

Siempre ha funcionado y siempre funcionará porque, por muy vanguardista que seas, por mucho que quieras jugar con el tiempo, los flash-backs o los flash-forward,  de alguna manera tendrás que empezar a contar tu historia y de alguna forma tendrás que desarrollarla y darle un final. Es decir, tendrás que estructurarla en tres etapas. 

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Tres puntos de partida para escribir un guion

Después de muchas conversaciones con profesionales y según mi experiencia como profesora y analista de guiones, he llegado a la conclusión de que existen tres puntos de partida diferentes para desarrollar una historia.

Casi siempre depende de las características personales del guionista pero, a veces, son las particularidades del guion que se quiera escribir las que obligan a escoger un punto de partida u otro (no es lo mismo escribir algo porque tienes una idea y te apetece desarrollarla, que hacerlo porque una productora te ha hecho un encargo para determinado sector de público o “aterrizar” en un guion en el que ya ha trabajado otro u otros guionistas que te piden tu colaboración).

Los tres puntos de partida a los que me refiero son los habituales cuando el guionista escribe una historia por impulso propio, no por encargo. Son los siguientes:

1. El argumento.

2. Los personajes.

2. El tema.

El argumento

Según la RAE, argumento es la “sucesión de hechos, episodios, situaciones, etc., de una obra literaria o cinematográfica” (esto es lo que en guion llamamos “trama”).

La RAE también define el argumento como el “resumen del asunto de una obra literaria o cinematográfica, o de cada una de sus partes” (esta acepción define mejor lo que, cuando hablamos de guion, llamamos “argumento” o “sinopsis).

A muchos guionistas se les ocurre su historia a partir del argumento. No es que de pronto se les encienda la bombilla y, como por arte de magia, aparezca en su mente la sinopsis completa de un guion con sus personajes bien definidos, los tres actos desarrollados, etc., más bien les vendrán a la mente escenas sueltas, imágenes, situaciones, que les llevan a elaborar un argumento.

Para estos guionistas lo importante es lo que sucede en la narración y a partir de ello crearán personajes que puedan narrar esa historia mediante sus acciones y diálogos.

Los personajes serán creados pensando en el argumento y estarán a su servicio. Tendrán la edad, el sexo, la profesión y el perfil psicológico necesario para hacer creíble la narración, mantenerla en movimiento y llevarla hasta el clímax final.

Los personajes

Otro tipo de autores son aquellos que primero imaginan determinados personajes y luego deciden que quieren escribir un guion con ellos. Son guionistas que se suelen inspirar en personas que conocen, que ven casualmente en el autobús, por la calle o en cualquier otro lugar y a los que, por ejemplo, una conversación banal entre dos señoras en la panadería puede sugerir una comedia de enredo o una tragedia.

Cuando esta clase de guionistas tiene unos personajes que les gustan, empiezan a imaginar situaciones en las que ubicarlos y conflictos a los que podrían enfrentarlos. Esto les lleva a construir el argumento.

Este tipo de guionistas suelen ser bastante buenos escribiendo los diálogos porque tienen facilidad para ver a sus personajes en acción, no les cuesta esfuerzo imaginarlos hablando. Los conocen a fondo más por instinto que por un trabajo previo de construcción del personaje.

El tema

Volviendo al diccionario de la RAE, una de las acepciones de “tema” es: “Asunto general que en su argumento desarrolla una obra literaria”. Y nos pone un ejemplo: “El tema de esta obra son los celos”.

El guionista que parte del tema para escribir su guion suele estar interesado en reflexionar sobre algo que puede ser:

– Social: El cambio climático, el troskismo, el capitalismo, etc.

– Psicológico o de relaciones humanas: Los celos, la codicia, la rivalidad entre hermanos, el afán de superación de determinado personaje que lucha contra su entorno, etc.

– Filosófico: Defender o atacar determinada ideología, mostrar cierta forma particular de ver o interpretar la realidad que nos rodea o el mundo en el que estamos inmersos, el eterno debate entre el bien y el mal, reflexionar sobre el comportamiento humano en determinadas circunstancias, etc.

En el caso de estos guionistas, habitualmente trabajarán primero el asunto sobre el que desean reflexionar y la conclusión sobre el mismo a la que quieren llegar en su guion. Después buscarán personajes que representen las distintas posturas que puede haber sobre dicho tema y, más tarde, idearán el argumento que les permita desarrollarlo.

Los tres puntos de partida para escribir un guion pueden ser utilizados indistintamente por cualquier guionista. Es decir: que seas muy bueno con los personajes y tengas tendencia a empezar tus historias por ellos no significa que, en un momento dado, no puedas plantearte un tema sobre el que reflexionar y, a partir de ahí, escribir un guion y viceversa.

Lo mismo sucede si habitualmente inicias tus guiones trabajando el argumento: eso no significa que no te pueda venir la inspiración por un personaje o por un tema.

Existe, por último, una cuarta posibilidad: que el guion sea un encargo y tengas que tomar como punto de partida para desarrollarlo las pautas que te hayan dado de antemano sean estas las que sean. Pero eso sería tema para otra entrada…

Si tienes un guion escrito y necesita una revisión, puede que quieras un análisis de guion que te ayude a mejorarlo.

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