Desde hace miles de años el ser humano se ha sentido atraído por las historias que narran el enfrentamiento de un héroe contra un monstruo.
Alien, King Kong o los zombis de nuestros días son la nueva versión de seres monstruosos como el Minotauro, la Medusa o los dragones de los mitos de la antigüedad y las brujas, los gigantes o los ogros de los cuentos tradicionales.
Habitualmente el monstruo es una amenaza para el héroe y/o para una comunidad:
San Jorge debe luchar contra el dragón porque éste destruirá el reino si no se le entrega una doncella cada cierto tiempo, los zombis deben ser eliminados porque pretenden devorar los cerebros de todo ser humano que se les ponga por delante, la bruja de Hansel y Gretel tiene esclavizada a Gretel y planea comerse a Hansel…
El monstruo puede ser una criatura extraterrestre como en las películas de “Alien”, un animal peligroso como en “Tiburón”, un hombre aparentemente normal pero que esconde un interior monstruoso como en la serie “Hannibal”. También puede ser una multitud como en el caso de los filmes de zombis. Incluso puede ser una extraña enfermedad que amenaza con acabar con toda la humanidad.
A primera vista, las historias de monstruos son muy sencillas:
El protagonista se enfrenta a una criatura pavorosa y aparentemente invencible, pierde todas las batallas, su situación es cada vez peor a medida que avanza la narración y, cuando parece que va a sucumbir ante el terrible enemigo, realiza un esfuerzo sobrehumano que le otorga la victoria sobre el monstruo.
El héroe de estos relatos no es muy elaborado desde el punto de vista psicológico ni experimenta ningún cambio interior o evolución.
Se diría que estas historias son una repetición constante de la misma narración con ligeras variaciones como pueden ser lo pintoresco del aspecto del monstruo o la espectacularidad de sus poderes de destrucción.
Pero la simplicidad de las historias de monstruos es sólo aparente porque son relatos simbólicos, dirigidos a nuestro subconsciente.
Como todos los mitos y cuentos infantiles tradicionales, son narraciones en las que, a través de una historia externa, se relata un itinerario interior de cambio emocional.
Los héroes de estas historias no sufren cambios interiores ni tienen profundidad psicológica porque son arquetípicos y no la necesitan: el monstruo con el que se enfrentan simboliza la carencia, fallo humano o demonio interior que deben superar.
Matar al monstruo es un símbolo de evolución y superación que puede que no comprendamos de manera consciente (ni falta que hace: si lo hiciéramos, la historia dejaría de ser “sanadora” o “eficaz” para nuestra psique) pero que nuestro subconsciente sí que capta y entiende. Por eso nos gustan las historias de monstruos, porque nos ayudan a superar nuestros demonios internos.
Existen cuatro variantes según el tipo de monstruo, su relación con el héroe y/o la forma en que el espectador percibe al primero:
Cuando le tomamos cariño al monstruo
Ejemplo de este tipo de películas son “Frankenstein” o “King Kong”. En ellas el guion empieza de la forma habitual con el monstruo causando estragos en una comunidad, pero a medida que avanza la historia nos vamos dando cuenta de que la criatura que debería asustarnos tiene cualidades buenas y parece más humano que los humanos, empezamos a justificar sus acciones y terminamos poniéndonos de su parte. Acabamos tomándole cariño.
Esta clase de película suele funcionar mal porque, desde el punto de vista de simbolismo subconsciente, si el monstruo no es “malvado” no puede ser el representante de un defecto interior y el espectador, que percibe esto inconscientemente, intenta reconstruir la historia a su manera para darle sentido, acaba percibiendo al héroe como negativo y no se identifica con él.
Huir del monstruo
“El Incidente (The Happening, guion y dirección de M. Night Syamalan) o “El Diablo Sobre Ruedas” (Duel, escrita por Richard Matheson y dirección de Spielberg) son dos muestras de esta variante de historias de monstruos.
En la primera, “El Incidente”, el protagonista se limita a huir, sin luchar, de la extraña enfermedad que hace que la gente se suicide, lo que puede ser lógico en la vida real pero resulta poco efectivo como simbolismo porque nadie supera un fallo interior intentando huir de él.
En el segundo ejemplo, “El Diablo Sobre Ruedas”, el héroe se pasa parte de la película huyendo de un camión que le persigue, pero llega un momento en el que comprende que no puede escapar y decide enfrentarse a su perseguidor con intención de acabar con él.
El mensaje simbólico de la primera sería: “Si huyes de tu demonio interior, puede que acabe desapareciendo”. En el caso de la segunda es: “Si luchas contra tu problema interno, acabarás derrotándolo”. Evidentemente, éste último resulta mucho más inspirador que el primero.
Otra muestra de film con protagonista que huye del monstruo es “El Proyecto de la Bruja de Blair” (“The Blair Witch Project”, escrita por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez) donde un grupo de documentalistas son perseguidos por algo sobrenatural y mortífero a través del bosque hasta que todos acaban muertos. El mensaje simbólico en este caso es: “Si huyes de tus defectos internos, acabarán destruyéndote”.
Matar al monstruo equivocado
Es lo que le sucede a Sean Penn en “Mystic River” (guion de Brian Helgeland) que cree que su hija ha sido asesinada por un amigo suyo y lo mata. Después descubre que el asesino es otro.
En este caso, el protagonista ha matado al monstruo equivocado y su situación es mucho peor que antes de hacerlo.
El mensaje simbólico es evidente: “Cuidado con luchar contra un fallo interno erróneo porque acabarás con problemas mayores de los que ya tenías”.
El monstruo mata al héroe
Es lo que sucede en “Valkiria” (Valkirye, guion de Chistopher McQuarrie y Nathan Alexander) donde Tom Cruise es un oficial alemán que conspira para asesinar a Adolf Hitler y acabar con el nazismo. El plan fracasa y Tom Cruise es fusilado.
Esta variante no suele gustarle al público porque el mensaje simbólico es desesperanzador: “Hay demonios interiores tan fuertes que, si intentas luchar contra ellos, acabarán derrotándote”.
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Muy buena entrada. Creo que empezaré a leer más historias de monstruos
Me alegro de que te haya gustado, Marina. Gracias por la visita.
😊
Genial. Lo expones de una manera clara y brillante. La pregunta que me surge, al hilo de lo que cuentas, es si puede haber un monstruo si no hay un héroe. ¡Saludos!
Buena pregunta la tuya, sorpresaysuspense.
En principio, supongo que puede haber monstruo sin héroe porque cualquiera que lo desee puede escribir una historia así, cómo no.
Pero las historias que se transmiten durante generaciones lo hacen porque tienen algo que conecta con el inconsciente humano. En el caso de las historias de monstruos es imposible separar a estos del héroe correspondiente porque, aunque sean dos personajes, en el fondo es como si fueran uno solo, son las dos caras de la misma moneda: Lo que nos asusta de nosotros mismo (el monstruo) y lo que deseamos ser (el héroe). Si falta uno de los dos, la historia no es efectiva.
Ahora bien: En el caso de la novela y muchas películas de Drácula, el héroe es muy poco «heroico», está ahí para que le muerdan y poco más. Pero entonces se dividen las funciones dramáticas del héroe entre dos personajes: El protagonista provoca la identificación del espectador por su normalidad y quien se enfrenta al vampiro y lo vence es el Profesor Van Helsing.
Sobre los dragones, que son monstruos, qué duda cabe, dijo Rilke:
«Somos solitarios.
Tenemos que aceptar nuestra existencia
tan ampliamente como sea posible.
Todo, aun lo inaudito,
debe ser posible en ella.
Pues sólo quien está apercibido para todo,
quien nada excluye, ni aun lo más enigmático,
sentirá las relaciones con otro ser como algo vivo.
Todos los dragones de nuestra vida tal vez sean
princesas que sólo esperan
vernos un día hermosos y atrevidos».
Gran verdad la de Rilke. Un saludo.
Al menos yo si disfruto mucho con las películas de monstruos y sí es cierto que normalmente experimentas cierto alivio cuando es derrotado por el héroe.
Al leer tu titular pensé que nos hablarías únicamente del clásico monstruo (alien, Frankenstein,…). Está claro que es la primera idea que nos pasa por la cabeza (¡qué curioso cómo funcionan nuestras cabezas) y me ha sorprendido (para bien, por supuestos) que incluyeras cualquier temática que el humano considera como negativa (asesinato, enfermedad,…)
Un saludo!
Y no sólo se podría considerar «monstruo» a lo que consideramos negativo (aunque es cierto que es lo que primero se nos pasa por la cabeza). La monstruosidad también puede ser positiva o neutra. Pero eso lo dejaré para otra entrada que titularé algo así como: «la monstruosidad contra la normalidad» . Un saludo.
¡Pues ya tengo ganas de leerla!
¡Gracias! Sobre el tema del monstruo y la monstruosidad se puede hablar/escribir mucho. Se me acaba de ocurrir otra entrada: «La mujer y el monstruo». Es muy interesante la función dramática del personaje femenino en esta clase de historias (no sólo contemporáneas, también los mitos, leyendas y cuentos tradicionales). Pero tardaré un poco en escribirlas para no centrarme demasiado en el mismo tema.