Un guion es tan bueno como lo es su villano

Aunque, como espectadores, nos identificamos con los protagonistas de las películas y series de televisión que nos gustan, lo cierto es que muchas veces son los villanos, los antagonistas, las auténticas estrellas de las historias de más éxito:

¿Crees que las aventuras de Batman tendrían tantos seguidores si no existiera el Joker?

Han transcurrido más de cien años desde que Bram Stoker escribiera “Drácula” y casi se nos olvida que el célebre vampiro no era el protagonista sino el antagonista de la novela y de casi todas las películas que se han producido sobre él desde entonces.

El impacto que causó la película “El Silencio de los Corderos” se basa en un magnífico villano que ni era protagonista ni antagonista, sino un personaje catalizador que ayudaba a mantener la historia en movimiento y daba información necesaria para que avanzase la acción. Sí, me refiero al inolvidable Hannibal Lecter interpretado por Anthony Hopkins y que eclipsó a la protagonista, Clarice Starling, y al antagonista, el asesino apodado Buffalo Bill.

A la hora de escribir un guion hay que dedicarle tanto o más tiempo y atención al villano que al protagonista, aunque suele ser más divertido crear y desarrollar al malvado que al “chico de la película”. ¿Por qué? Muy sencillo: Mientras el protagonista debe seguir unas normas éticas o morales, el antagonista puede hacer cualquier cosa que desee para conseguir su objetivo y, por lo tanto, el guionista puede ser mucho más creativo con su villano que con su héroe.

Muchas veces el antagonista del guion es todo lo opuesto al protagonista. También puede ser una versión oscura y desequilibrada de la personalidad del héroe.

Si quieres crear un villano inolvidable debes tener en cuenta que no basta con imaginar a alguien muy malvado, además debes individualizarlo, hacerlo único, darle alguna característica que lo humanice y lo aleje del cliché.

Debes tener presente que el villano no se ve a sí mismo como tal, de la misma manera que ninguna persona real -no importa lo malvada que sea- se considera a sí misma una mala persona. Seguramente, Hitler y Stalin tenían una idea más positiva de sí mismos que la que tenemos nosotros.

En el fondo, los villanos representan nuestros temores, nuestros deseos más profundos y oscuros, lo que nos da miedo de nuestro propio interior, de nuestros instintos más primarios…

Se dice que un guion es tan bueno como lo es su villano.

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¿Por qué es más fácil adaptar al cine un relato que una novela?

Los guiones de muchas grandes películas son adaptaciones de relatos. Por ejemplo, el largometraje “A.I.” (Inteligencia Artificial), escrito por Steven Spielberg e Ian Watson, está basado en el cuento “Supertoys Last All Summer Long” de Bryan Aldyss.

También “El Curioso Caso de Benjamin Button”, del guionista Eric Roth, tiene origen en un relato, en este caso escrito por F. Scott Fitzgerald y con el mismo título que la película. “Million Dollar Baby” (guion de Paul Haggis y dirección de Clint Eastwood) es la adaptación de varios relatos del exboxeador F.X. Toole, Pulp Fiction, La Bella y la Bestia… podríamos seguir durante horas.

Pero vayamos a lo que, como guionistas, nos interesa: ¿Es más fácil adaptar al cine un relato que una novela? ¿Por qué?

1. Una de las ventajas que tienen los novelistas sobre los guionistas es que los primeros no tienen un tiempo límite para contar sus historias: una novela puede tener tantas páginas como necesite su autor para narrar lo que desea. El guionista, en cambio, debe ajustarse al tiempo estándar de duración de una película, su guion no puede ser ni demasiado corto ni excesivamente largo.

La mayoría de las novelas suelen ser largas para adaptarlas a los 90-120 minutos que dura una película. En cambio, los relatos, por su brevedad, se pueden contar bien en el tiempo que dura un largometraje.

2. Un relato se centra en pocos personajes y en una trama principal, al igual que sucede en una película, en cambio, en una novela suele haber bastantes subtramas que habrá que eliminar en la adaptación si queremos mantener la historia centrada.

3. También es muy probable que en la novela haya muchos personajes y se tenga que prescindir de algunos para mantener la trama principal centrada y no marear al espectador. Esto no pasa en un relato que ya suele basarse en pocos personajes.

4. La adaptación de un relato permite al guionista ser creativo, ya que es habitual que tenga que hacer crecer la historia y los personajes hasta conseguir un guion que dure unos 100 minutos, mientras que en la novela sucede lo contrario.

5. Las buenas novelas no se limitan a contar hechos y situaciones sino que profundizan en ellos y reflexionan sobre lo que sucede. En cambio, los relatos (como el cine) se centran en las acciones de los personajes, no tienen tiempo para reflexionar y profundizar, su fuerza reside en el conflicto. Por eso, los relatos son, de forma natural, más cinematográficos que las novelas.

6. También son más cinematográficos los relatos porque no pierden el tiempo: enseguida presentan al personaje principal y plantean el conflicto.

¿Significa esto que llevar novelas al cine es un error? Por supuesto que no. Hay grandes películas surgidas de novelas y seguro que ahora mismo se te están pasando unas cuantas por la cabeza. Pero es innegable que resulta mucho más fácil adaptar un relato.

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Las 36 situaciones dramáticas posibles

Como profesora de guion de cine, televisión y audiovisuales, me divierte la cara que ponen mis alumnos cuando el primer o segundo día de clase les hago saber que sólo existen 36 situaciones dramáticas posibles y que todas ellas están ya escritas en la Biblia o en la literatura de la Antigua Grecia.

Les digo que si creían que van a inventar una trama que nadie antes haya usado, están muy equivocados… pero que no se preocupen porque:

  1. Existen muchas menos notas musicales y el ser humano lleva siglos componiendo canciones, óperas, sonatas, etc. muy diferentes.
  2. Que todos los argumentos dramáticos hayan sido contados no significa que ellos -mis alumnos- no puedan ser originales, ya que la originalidad no está en lo que se cuenta sino en la manera en que se cuenta.

¿Quién y cómo llegó a la conclusión de que sólo existen 36 situaciones dramáticas?

Empezó con ello el dramaturgo veneciano Carlo Gozzi (1720-1806), quien realizó una lista con todas las situaciones dramáticas posibles en el teatro y la literatura con el resultado de que eran 36.

La lista de Gozzi se perdió y autores del prestigio de J. W. Goethe y Friedrich Schiller llegaron a negar la tesis del veneciano.

Más tarde, el escritor francés Georges Polti (1867-1946) realizó un estudio exhaustivo de la literatura clásica y coincidió con Carlo Gozzi en que son 36 las situaciones dramáticas posibles porque 36 son las emociones humanas básicas.

Son las siguientes:

  1. La Súplica.
  2. El Rescate.
  3. La venganza que sigue al crimen.
  4. Venganza de parientes sobre parientes.
  5. La Persecución.
  6. Desastre o desgracia irreparable.
  7. Víctimas de la crueldad o la desgracia.
  8. Rebelión.
  9. Tentativa o empresa audaz.
  10. Secuestro.
  11. Enigma.
  12. Logro o consecución.
  13. Enemistad u odio entre parientes.
  14. Rivalidad entre familias.
  15. Adulterio homicida.
  16. Locura.
  17. Imprudencia fatal.
  18. Crímenes involuntarios de amor.
  19. Matar a un pariente no conocido.
  20. Sacrificarse por un ideal.
  21. Sacrificarse por los allegados.
  22. Sacrificarse por una pasión.
  23. Necesidad de sacrificar a personas amadas.
  24. Rivalidad entre superior e inferior.
  25. Adulterio.
  26. Crímenes por amor.
  27. Descubrimiento de la deshonra de la persona amada.
  28. Amores imposibles.
  29. Un enemigo amado.
  30. Ambición.
  31. Conflicto con Dios.
  32. Celos equivocados.
  33. Juicios erróneos.
  34. Remordimientos.
  35. Reencontrar a una persona perdida.
  36. Pérdida de personas amadas.

Si alguien está interesado en profundizar en el tema, puede leer el libro publicado por Georges Polti que se titula, cómo no, “Las 36 situaciones dramáticas”.

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