Better Call Saul: Los problemas de escribir un spinoff

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El guionista Vince Gilligan declaraba en una entrevista para el diario británico The Guardian que el personaje de Saul Goodman (Bob Odenkirk) nació cuando estaba escribiendo el guion de Breaking Bad y el equipo de guionistas pensó que Walter White necesitaba un “consigliere” que fuera para él lo que Tom Hagen era para Michael Corleone en “El Padrino”.

Saul Goodman viste mucho peor que Tom Hagen y la peculiar decoración de su oficina no sería del gusto de la familia Corleone, pero se convirtió en uno de los personajes más divertidos de la serie y esa fue una de las razones que llevaron a Vince Gilligan y Peter Gould a escribir un spinoff de Breaking Bad sobre él: Better Call Saul.

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En Better Call Saul este abogado liante y de moral “relajada” no es todavía Saul Goodman sino Jimmy McGill y está intentando abrirse camino como letrado aunque sus únicos clientes son jubilados que le contratan para que redacte sus testamentos.

Jimmy admira a su hermano mayor, Charles “Chuck” McGill (Michael McKean), un abogado de gran prestigio, y su afán es que su hermano se sienta orgulloso de él. Pero a Chuck le disgusta el poco respeto que Jimmy tiene por la ley y su afición a hacer trampas con tal de ganar un caso. Esto hace que la relación entre ambos hermanos sufra altibajos.

Tampoco ayuda demasiado el hecho de que Chuck tiene un carácter quisquilloso e inflexible y sufre de hipersensibilidad ultramagnética (al menos, eso asegura él) lo que condiciona su vida y la de Jimmy.

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Una de las dificultades de escribir un spinoff (serie creada a partir de otra) es que hay que ser consecuente con lo que se dijo del personaje en la serie original y eso puede traer complicaciones.

Es lo que les pasa a los guionistas Vince Gilligan y Peter Gould que, repasando episodios de Breaking Bad, encontraron una frase que no era más que un chiste sin importancia y que ahora les da problemas: En el episodio 4 de la temporada 3, Saul Goodman decía “Pillé a mi segunda esposa follando con mi padrino”.

Los creadores de Better Call Saul ni siquiera recordaban dicha frase pero ahora se encuentran con que van a tener que casar a su protagonista dos veces, como mínimo, a lo largo de la serie.

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Otro problema es que el personaje de Kim Wexler (Rhea Seehorn), la abogada, amiga y medio novia de Jimmy, se ha hecho cada vez más importante en Better Call Saul pero no estaba en Breaking Bad y tendrá que desaparecer tarde o temprano…

Los guionistas aseguran no saber todavía qué hacer con ella: ¿Harán que a Kim no le guste la transformación de Jimmy en Saul y rompa con él? ¿La mandarán de viaje a Europa? ¿La dejarán en coma? ¿La matarán?

3%: De webserie a serie de Netflix

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“3%” empezó siendo un proyecto de webserie cuyo episodio piloto fue subido a You Tube por su creador, el guionista Pedro Aguilera, y ha terminado convirtiéndose en la primera serie brasileña producida por Netflix.

Es una serie de ciencia ficción que transcurre en un futuro no muy lejano, en el que la superpoblación y la escasez de recursos han convertido el planeta tierra en algo muy parecido a un gran barrio de favelas brasileño.

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En “3%” el mundo está dividido en “Este Lado” y “El Otro Lado”.

En “Este Lado” la gente vive miserablemente en chabolas, pasa hambre, apenas tiene agua, viste con harapos…

La única esperanza de los habitantes de “Este Lado” es que, al cumplir los 20 años, tienen la posibilidad de ser seleccionados para realizar una serie de pruebas que, en el caso de ser superadas, les permitirá ir a vivir a “El Otro Lado”. Es una oportunidad única que sólo se les presenta una vez en la vida.

En “El Otro Lado” hay abundancia, riqueza, avances técnicos y de medicina y todos hablan de él como de un paraíso. El problema es que sólo el 3% de los que se presentan al proceso de selección para pasar al “El Otro Lado” superan las pruebas.

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El primer episodio de “3%” se inicia cuando todos los candidatos se dirigen al gran muro que separa “Este Lado” de “El Otro Lado”. Las puertas de ese muro se abren para dejarles entrar y tiene lugar la primera etapa de la selección: una entrevista personal con alguien de “El Otro Lado” tras la cual muchos serán rechazados.

A los candidatos restantes todavía les queda por delante un largo camino: En determinadas ocasiones deberán formar grupos y aliarse entre ellos para superar a sus adversarios. Otras veces la lucha será individual y todos serán enemigos de todos.

Dictadores cinéfilos: Hitler, Stalin, Mussolini y Franco

Hitler, Stalin, Mussolini y Franco comprendieron la importancia del cine como medio de propaganda política y como tal lo utilizaron para engrandecer sus figuras ante las masas. Pero también fueron grandes cinéfilos:

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Adolf Hitler

El líder del Partido Nazi tenía la costumbre de ver una película cada noche después de cenar. Le gustaban las históricas y las biográficas como “Bismarck” (1940) y “Der Grosse König” (El Gran Rey, 1942), sobre Federico de Prusia.

También era aficionado a las historias situadas en ambientes regionales tradicionales que reflejaban, según él, la verdadera Alemania o… la verdadera España, ya que confesó a la artista Imperio Argentina, en 1937, que había visto tres veces “Nobleza Baturra” (1934) y otras tres “Morena Clara” (1936).

Su aprecio por el cine español fue el que hizo que, durante la Guerra Civil Española, invitara a cineastas del lado franquista a rodar en los estudios germanos.

A Hitler también le gustaban la primera versión de “King Kong” (1933) y “Blancanieves y los Siete Enanitos” de Walt Disney. Hace unos años se encontraron unas pinturas de varios enanitos y de Pinocho firmadas por A. Hitler que se cree que están realizadas por el líder del Tercer Reich.

Adolf Hitler supervisó personalmente la realización de películas destinadas a glorificar la imagen del Partido Nazi y de su propia figura, como las realizadas por la directora Leni Riefenstahl: “Triumph des Willens (El Triunfo de la Voluntad, 1934) y Olimpiada (1936).

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Joseph Stalin

Como Hitler, Joseph Stalin tenía su propia sala de proyección privada y todas las noches, después de cenar, veía una película (a veces varias) con algunos de sus colaboradores más cercanos.

Le gustaban el film protagonizado por Johnny Weismuller en 1934, “Tarzán” y “Tiempos Modernos” (1936) de Charlot.

Cuando, en 1938, S. M. Einsenstein estaba acabando de montar “Alexander Nevsky”, el dictador soviético sentía tal apremio por ver la película que no pudo esperar a que ésta se estrenase y mandó que se la llevaran al Kremlin cuando aún no estaba terminada. Parece ser que le entusiasmó.

No le gustaban nada los westerns y detestaba especialmente a John Wayne hasta el punto de ordenar su asesinato por considerarlo un enemigo del comunismo y representante de lo peor del capitalismo. Agentes del KGB y varias células comunistas intentaron varias veces acabar con la vida del actor hasta que, a la muerte de Stalin, su sucesor Nikita Khrushchev canceló la orden.

Es conocida la afición que Joseph Stalin tenía de mandar hacer “desaparecer” de las fotografías a sus antiguos camaradas cuando él los declaraba traidores a la revolución y enemigos del pueblo. También los hacía desaparecer de las películas, como hizo con Trosky en “Octubre” (1928) de Einsenstein.

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Benito Mussolini

Al dirigente fascista le gustaba el cine y sentía debilidad por actrices como la norteamericana Anita Page (con la que mantuvo correspondencia) o la protagonista de “Éxtasis” (1933), Hedy Lammar.

El hijo de Mussolini, Vittorio (director de la revista “Cinema” y guionista), era el encargado de seleccionar las películas que el dictador y su familia veían en su residencia. La elección no debía de ser muy complicada si es cierto, como se dice, que veían todas las producciones que se exhibían en Italia.

Coincide con Stalin en su gusto por “Tiempos Modernos” e incluso permitió su estreno en Italia, a pesar de las ideas antifascistas de Charlie Chaplin.

En cambio, prohibió la película “Ragazzo” (1933), en la que se cuenta cómo un joven delincuente es rehabilitado por la sección juvenil del partido de Mussolini, porque no quería que la gente pensara que los fascistas provenían de ambientes marginales.

También veía filmes opuestos a su ideología y prohibidos por él mismo en Italia como la película pacifista “Sin Novedad en el Frente” (1930) o El Acorazado Potemkin” (1925).

 

Franco

Francisco Franco

Además de ver cine, a Franco le gustaba hacerlo. Ya en su época en África tenía una cámara con la que filmó la retirada de Xauen y otras experiencias militares. Estas películas se perdieron en 1936 cuando su casa en Madrid fue saqueada. No es difícil encontrar fotografías del dictador filmando con su cámara durante la Guerra Civil (en el Frente del Ebro, por ejemplo) y a lo largo de toda su vida en diferentes ocasiones.

En 1926 participó como actor en la película “La Malcasada”, un film en el que actúan diferentes personalidades de la época como el Conde de Romanones, el General Sanjurjo,  Millán Astray, Alejandro Lerroux, los toreros Belmonte y Sánchez Mejías, los escritores Manuel Machado y Valle Inclán…

También indicó temas a tratar en películas propagandísticas como “Prisioneros de Guerra” (1938), un documental sobre miembros de las Brigadas Internacionales.

Si cuando era militar acostumbraba a ir muchas tardes al cine con su mujer, cuando se convirtió en jefe de estado mandó instalar una sala de proyección en el Palacio del Pardo. En noviembre de 1939, la Dirección Nacional de Cinematografía (DNC), pide a las productoras UFA, Fox y LUCE que envíen cada semana sus noticiarios para que Franco pueda verlos. También veía, claro está, el NODO, además de películas comerciales.

Le gustaban los filmes históricos y los de ambiente militar. Una de sus favoritas era “Beau Geste” (1939) sobre la Legión Extranjera.

Utilizando el seudónimo Jaime de Andrade, escribió el guion de “Raza” (1941) y más tarde intervino en otro proyecto que debía rodarse en la URSS (entonces invadida por los nazis) y cuyo protagonista era un integrante de la División Azul. Pero las derrotas alemanas en el Frente del Este hicieron que se anulase el proyecto.

Restaurante de Medianoche: Historias de Tokio

“Restaurante de Medianoche” (Shinya Shokudo) es una serie de televisión japonesa que podemos ver con subtítulos en español gracias a Netflix.

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Adaptación de un cómic del mismo título, ganador del 55º premio Shogakukan de manga, la acción de “Restaurante de Medianoche” sucede en un pequeño local que abre a las doce de la noche y cierra a las siete de la mañana.

El protagonista (Kaoru Kobayashi) es el camarero, cocinero y único trabajador del restaurante. Todas las noches cocina un solo plato, el menú del día, pero si alguien le pide otra cosa también la prepara, siempre que tenga los ingredientes o los proporcione el propio cliente.

La  primera temporada de “Restaurante de Medianoche” consta de 10 episodios de unos 24 minutos de duración cada uno y sus historias son sencillas y cotidianas como los personajes que entran en el local.

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Cada capítulo tiene el título de un plato de cocina:

En “Sopa de Fideos con Verdura”, un locutor de radio descubre que la taxista que cena junto a él, es la actriz que interpretaba una serie de super héroes que él veía de niño.

En “Perrito de Maíz”, un actor antaño famoso, se siente celoso y se pelea con su ex ayudante que ahora triunfa en la televisión.

En “Cerdo a la Plancha”, una oficinista cena y teje jerseys de lana para los hombres de los que se enamora.

En “Tofu de Huevo”, un niño cree que tiene algo en común con una chica porque a los dos les gusta el tofu de huevo.

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Así, plato a plato, cliente a cliente, en “Restaurante de Medianoche” los espectadores entramos en las vidas y los problemas de los personajes a la vez que aprendemos cocina japonesa, ya que el cocinero de la serie nos da la receta del plato estrella de cada episodio, además de explicarnos algún que otro truco para que sepa mejor.

Rillington Place: O te entusiasma o no eres capaz de acabar de verla

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Rillington Place es una miniserie de televisión de la BBC. Basada en hechos reales ocurridos en las décadas de los 40 y 50 del pasado siglo. Cuenta la historia de John Christie, asesino de, al menos, ocho mujeres a las que estranguló en la casa en la que vivía junto a su esposa, el número 10 de la calle Rillington Place.

La serie consta de tres episodios de una hora de duración cada uno, por lo que se podría decir que es un largometraje de tres horas.

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Cada episodio está contado desde el punto de vista de un personaje:

El primero, lo vemos desde la perspectiva de Ethel (Samantha Morton), la esposa de John Christie (Tim Roth). Ethel es una mujer tradicional, educada en la idea de que cuando una mujer se casa, lo hace para toda la vida.

La convivencia con su marido es tediosa (sí, un asesino en serie puede ser muy aburrido en su vida cotidiana) y Ethel sospecha que en su casa ocurren cosas extrañas, pero apuesta por apoyar a su esposo porque considera que es su deber.

La acción del segundo capítulo está descrita desde la visión de Timothy Evans (Nico Mirallegro), un vecino de los Christie.

El tercero se centra en el protagonista, John Christie.

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Escrita por Tracey Malone y Ed Whitmore y dirigida por Craig Viveiros, Rillington Place no es la típica historia sobre un asesino en serie: no hay escenas sangrientas, violencia ni demasiada acción física.

Es una de esas historias inglesas en las que parece no estar pasando nada, o casi nada, y el espectador descubre, al final, que sí estaban ocurriendo muchas cosas de las que apenas se hablaba mientras los personajes tomaban el té, paseaban al perrito o tenían conversaciones anodinas.

Los colores saturados de la fotografía, el deterioro y la vejez de los decorados, esos tonos grises y marrones, apagados y asfixiantes, la manera encogida de caminar de John Christie que siempre habla en susurros, la contención tímida de su esposa Ethel… consiguen un clima triste y agobiante que no deja indiferente: o te entusiasma la serie o no eres capaz de acabar de verla. A mí me ha encantado.

 

Vampiros en La Habana

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Vampiros en la Habana es un film cubano de dibujos animados para adultos. Estrenada en 1985, con los años se ha convertido en película de culto.

Escrita por los guionistas Juan y Ernesto Padrón y dirigida por Juan Padrón, Vampiros en La Habana tiene más de comedia que de película de terror (aunque algunos de los vampiros que aparecen son malos, malísimos).

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Vampiros en La Habana empieza con una breve introducción en la que nos cuentan que en 1870 los vampiros se dividieron en dos grandes fracciones:

– La europea, llamada el “Grupo Vampiro”, con sede en Dusseldorf (Alemania) presidido por el Conde Drácula.

– La americana (formada por vampiros que emigraron a Chicago), llamada “Capa Nostra” y presidida por Johnny Terrori.

Un vampiro científico, Werner Amadeus Von Drácula, lleva años investigando en busca de un producto que haga a los vampiros inmunes a la luz del sol. Cree haber encontrado la fórmula definitiva y se la da a probar a su padre, el Conde Drácula. El experimento es un fracaso, el Conde muere y Werner debe huir de Europa junto con su sobrino Joseph. Ambos se refugian en Cuba.

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Pasan los años y llegamos a 1933, fecha en la que transcurre la acción de Vampiros en La Habana. Ahora sí que Werner ha encontrado el producto que protege a los vampiros del sol, Vampisol, y se lo administra a su sobrino Joseph Amadeus Von Drácula (Pepito, desde que vive en La Habana).

Pepito no sabe que es vampiro y lleva una vida normal dedicándose a tocar la trompeta en un club nocturno y luchando contra la dictadura de Machado en un grupo revolucionario clandestino.

Los problemas empiezan cuando el científico decide hacer pública su fórmula para que todos los vampiros del mundo puedan tomarla gratuitamente:

El “Grupo Vampiro” europeo viaja a Cuba para impedirlo, ya que pretenden comercializar Vampisol ; y la “Capa Nostra” americana, por su parte, quiere apoderarse de la fórmula para evitar que su negocio de playas artificiales para vampiros vaya a la quiebra.

A partir de aquí, Vampiros en La Habana, es una entretenida película de acción y humor llena de chistes, persecuciones, sangre y diversión.

Existe una secuela de Vampiros en La Habana titulada Más Vampiros en La Habana de la que he leído buenas críticas pero sobre la que no puedo opinar porque aún no he conseguido verla.

 

Outsiders: Una sociedad aislada de la civilización

OutsidersOutsiders es una serie creada por el guionista Peter Mattei, cuya primera temporada de 13 episodios pudimos ver el pasado 2016. Actualmente se está emitiendo la segunda, que también constará de 13 capítulos.

Los Outsiders de la historia son la familia Farrell, un clan que ha vivido aislado en las montañas de Appalachia, en Kentucky, durante generaciones casándose entre primos.   No se relacionan con nadie ajeno a su familia y sólo bajan al pueblo más cercano, Blakburg, para robar las cosas que necesitan y que ellos, anclados en la Edad Media, no fabrican: armas, municiones, gasolina, piezas de recambio para sus vehículos, etc.

Los ciudadanos de Blackburg los toleran a cambio de que no les molesten demasiado.

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La serie Outsiders, creada por el guionista Peter Mattei, comienza cuando el protagonista, Asa Farrell (Joe Anderson) lleva encerrado seis meses en una especie de jaula, como castigo por haberse marchado de la montaña y haber estado viviendo durante diez años en la sociedad civilizada.

La matriarca de los Farrell y máxima autoridad del clan es una anciana, Lady Ray Farrell, (Phyllis Somerville) que está pensando en renunciar en favor de su hijo, Big Foster Farrell (David Morse). Big Foster no tiene la sabiduría de su madre ni su preocupación por el bienestar de los miembros del clan pero está impaciente por ser la máxima autoridad de la familia.

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Una mañana, los Farrell encuentran una nota en la que se les comunica que deben abandonar la montaña en la que viven, porque una compañía minera comenzará pronto las excavaciones para extraer los depósitos de carbón que abundan en la zona. Esta nota será la llave que abrirá la jaula en la que Asa Farrell está encerrado ya que es el único del clan que sabe leer, pues ha aprendido durante el tiempo que ha estado lejos de los suyos.

Aquí empezarán los conflictos: entre la compañía minera y los Outsiders, entre éstos y la gente del pueblo, entre Big Foster y Asa Farrell…

Aquí os dejo el trailer:

Tres series de Europa del Este para espectadores inconformistas

Si eres uno de esos espectadores inconformistas que disfruta buscando novedades que se salgan de lo habitual, si te gusta experimentar y probar cosas nuevas, no hace falta decirte que Estados Unidos y Gran Bretaña no son los únicos países que hacen series de televisión de calidad.

Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Italia… también se han subido al carro de cuidar los guiones y producir series para un público adulto que pide buenas tramas, personajes consistentes e historias con personalidad.

Europa del Este también está haciendo cosas interesantes que empiezan a tener audiencia fuera del área de influencia de la antigua Unión Soviética y hoy te traigo tres muestras de ello:

POD PRIKRITIE (Encubierto)

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Creada por el guionista Dimitar Mitovski, Pod Prikritie (Encubierto) es una serie búlgara que Netflix ha incluido en su catálogo hace unos meses.

El protagonista de Pod Prikritie es Martin (Ivaylo Zahariev), un policía que se ha preparado durante años para infiltrarse en la banda mafiosa más peligrosa de Bulgaria, dirigida por Dzharo (Zahariev Mihail Bilalov).

La serie se inicia cuando Martin empieza a trabajar para Dzharo en el nivel más bajo de la organización y a lo largo de la primera temporada vemos cómo va ascendiendo en un ambiente de robos, prostitución, tráfico de drogas, violencia y corrupción.

KURSANTY (Cadetes)

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Kursanty (Cadetes) es una serie rusa escrita por Zoya Kudrya y dirigida por Andrei Kavun que se basa en las memorias de un famoso director de cine soviético: Piotr Todorovsky.

La acción de Cadetes transcurre durante la Segunda Guerra Mundial y narra la vida de un grupo de muchachos que ingresan en la en una academia militar donde, en sólo 90 días, se formarán para ser enviados al frente.

ARANYLET (Una Vida Regalada)

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Aranylet (Una Vida Regalada), es una serie húngara producida por HBO Europa.

Sus creadores son los guionistas Roope Lehtinen y Mikko Pöllä y se han basado en la serie finlandesa Helppi Elämä.

Aranylet nos cuenta la historia de la familia Miklosi: padre, madre y dos hijos adolescentes.

Aparentemente, los Miklosi son una familia de clase media alta muy normal y así lo creen sus vecinos y conocidos pero lo cierto es que el padre, Attila (Szabolcs Thuróczy) es un delincuente que vive de estafas inmobiliarias y de “trabajos” para un importante mafioso de Budapest.

La madre, Janka (Eszter Ónodi), presiona a su marido para que haga cada vez más “trabajos” ilegales que les permitan mantener su elevado nivel de vida y la ayuden a ella a ascender socialmente a través de los contactos que consigue con su participación en una ONG de mujeres ricas.

El hijo de 17 años, Márk (Renátó Olasz) sigue los pasos de su padre metiéndose en asuntos cada vez más turbios y violentos mientras que la hija menor, la quinceañera Mira (Laura Döbrösi), quisiera que su familia trabajase honradamente aunque ello signifique bajar de nivel social y pasar estrecheces económicas.

¿Te animas a darle una oportunidad a alguna de las tres? ¿Nos puedes recomendar otras series «diferentes» para espectadores inconformistas?

Criando Ratas: Cine independiente y neoquinqui

Que Criando Ratas es cine neoquinqui lo dice Carlos Salado, su director y guionista.

Que Criando Ratas es cine independiente lo dice cualquiera que sepa que esta película ha costado 5.000 euros y seis años de trabajo y constancia por parte de un grupo de amigos.

Carlos Salado asegura que Criando Ratas es cine neoquinqui porque sus referentes son los directores Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma y películas de los ochenta como El Pico y Perros Callejeros, pero la manera hiperrealista de rodar, su lenguaje casi documental, la frescura y naturalidad de sus actores le dan a este largometraje un sello propio.

Ver Criando Ratas es como espiar tras la cortina de una ventana a sus personajes que van y vienen, observarlos en su día a día, en sus disputas, con sus problemas de dinero, sus trapicheos de droga, sus robos, sus “negocios” poco claros y nada legales… Unas veces te ríes, otras te emocionas, otras te disgustas…

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Por algún lado he leído unas declaraciones de su director comentando cómo le ha influido el movimiento Dogma y eso es evidente en la película.

A mí Criando Ratas me ha recordado una serie americana poco conocida, del guionista David Simon y Edward Burns: The Corner, rodada en un barrio de Baltimore, U.S.A., muy semejante al de Criando Ratas. Dicha serie también utiliza un lenguaje visual de documental y, aunque hay algunos actores profesionales, la mayoría de los personajes que aparecen son gente del barrio interpretando su propia vida.

The Corner inspiró lo que sería una de las series de más calidad y prestigio de la televisión: The Wire, también creada por David Simon y Edward Burns.

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El escenario de Criando Ratas es Colonia Requena y las Mil Viviendas, de Alicante, y los actores son sus habitantes, la gente del barrio, los niños y jóvenes que se pasan el día callejeando y en sus parques.

La excusa argumental que utiliza Carlos Salado para que sus personajes se muevan y actúen es que su protagonista, Cristo (Ramón Guerrero), tiene una deuda con gente muy peligrosa y se pasa todo el día intentando conseguir una fuerte suma de dinero que debe entregar esa noche si no quiere sufrir las violentas y dolorosas consecuencias.

Cristo es un cani, un quinqui de los muchos que pueblan Criando Ratas. También lo son sus amigos. El resto de personajes no le andan muy a la zaga: prostitutas rusas, un macarra rumano, una banda de búlgaros…

La película ha sido presentada en pequeñas salas desde diciembre, y el siete de enero fue colgada en Youtube, donde ya la han visto casi 900.000 personas en el momento en que escribo esto. Aquí dejo el enlace por si alguien se anima a ver Criando Ratas.

El Siglo del Individualismo: Cómo controlar a las masas y que parezca democracia

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The Century of the Self (El Siglo del Individualismo o El Siglo del Yo), es una serie de cuatro documentales escrita y dirigida por Adam Curtis en 2002 que nos habla de la manipulación a la que todos estamos sometidos por las empresas que nos venden sus productos a través de la publicidad y por los partidos políticos que intentan (y consiguen) controlarnos mediante la propaganda ideológica.

El Siglo del Individualismo nos explica cómo Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, utilizó el trabajo del famoso psicoanalista y de su hija, Anna Freud, para cambiar radicalmente las técnicas publicitarias de las empresas, primero, y la propaganda ideológica y política más tarde.

El primer episodio de El Siglo del Individualismo (Máquinas de la Felicidad) se inicia con una significativa introducción:

“Hace 100 años, una nueva teoría acerca de la naturaleza humana fue propuesta por Sigmund Freud. Él decía haber descubierto primitivas fuerzas sexuales y agresivas escondidas dentro de la mente de todos los seres humanos. Fuerzas que de no ser controladas llevarían a los individuos y a las sociedades  al caos y la destrucción.

Esta serie trata acerca de cómo quienes están en el poder han utilizado las teorías de Freud para intentar controlar a las peligrosas multitudes en una era de democracia de masas”.

Edward Bernays descubrió a las grandes empresas cómo podrían hacer que la gente quisiera cosas que no necesitaba, vinculando bienes de consumo con sus deseos inconscientes.

Se trataba de vender un producto a nuestra parte emocional, no a nuestro intelecto. Es decir: Hacernos comprar determinado producto no porque sea de calidad o nos sea útil sino porque creemos que nos vamos a sentir mejor si lo tenemos.

Después serían los partidos políticos y los grupos de poder los que aprendieran a controlar a la población aplicando las técnicas que tanto éxito habían tenido en la publicidad comercial.

La idea básica era sencilla y maquiavélica: Satisfaciendo los deseos íntimos egoístas de la gente se les hace más “felices” y, por lo tanto, dóciles. Una manera de corromper la democracia creándonos el espejismo de que somos los ciudadanos los que decidimos en las urnas, cuando lo cierto es que nuestros dirigentes estimulan nuestro yo irracional en la dirección que a ellos les beneficia.

Como ya he dicho anteriormente, El Siglo del Individualismo consta de cuatro episodios: Máquinas de la Felicidad, La Ingeniería del Consentimiento, Hay un Policía en Nuestras Cabezas que Debe Ser Destruido y Ocho Personas Brindando. Los cuatro capítulos se podrían resumir en una sola frase: Cómo controlar a las masas y que parezca democracia.